Antropoceno e intangibilidad - ¿Cómo preservar lo que se extingue? Por GISELA HEFFES para Anfibia*

 ¿Cómo capturar la escala planetaria del Antropoceno? Huracanes, sequías, inundaciones, la pérdida de diversidad humana y no humana son algunas de las múltiples marcas que va dejando el colapso ecológico. En este proceso que abarca sociedades enteras, las historias personales se tejen con las ruinas que deja a su paso. Gisela Heffes propone en este ensayo apelar a la imaginación como forma de resistencia, no para vislumbrar lo que se extingue, sino para retener lo que aún está: construir un futuro hecho de los retazos de este presente.

*Este texto está basado en la conferencia magistral ofrecida en la 5ta Conferencia de Escuelas de Posgrado de Chicago sobre Estudios Hispánicos, Luso-brasileños y Latinxs, Naturaleza en cautiverio o veredas hacia la libertad (abril 15, 2021).


Publicada en Anfibia

Algunos párrafos de la conferencia que está completa en los links indicados arriba.

Aunque el término Antropoceno pueda resultar controversial a la hora de definir un momento específico como el actual, manifiesta, a su vez, una urgencia. Una pulsión por darle nombre a lo que es demasiado vasto e ínfimo a la vez, demasiado abstracto y concreto, un fenómeno, un momento, un período, una instancia que no sabemos aún si será pasajera o permanente, si precederá a otras, menos destructivas, o si devendrá esa distopía que tantos escritores, artistas, y documentalistas se lanzaron a imaginar y plasmar, en las últimas décadas, impulsados por una catarata de desastres (no) naturales, una inundación de información, una lluvia de acontecimientos que exigían –y continúan exigiendo– una fundamentación.

Nuestro vocabulario también, en ese intento, está cambiando. No es casual el uso de una terminología hídrica para referirme a estos eventos: catarata, inundación, lluvia. Mi imaginario se encuentra atiborrado de un repertorio acuático. Un expediente visual y lingüístico que internalicé, sospecho, en el verano de 2017 cuando mi casa, mi barrio, mi ciudad sufrió uno de los peores huracanes registrados en la historia. Se estima que Harvey vertió sobre el sur de Texas unos 86 billones de litros de agua. En el condado de Harris, donde se encuentra la ciudad de Houston, cayeron 4.5 billones de litros en sólo cuatro días. Hizo falta sólo cuatro días para que el Antropoceno introdujera en mi existencia memorables postales fluviales. Imborrables momentos, como reza el bolero.

Pero el debate en torno a la relevancia de términos como Antropoceno, Capitaloceno o Plantacionoceno involucra, como sugiere Donna Haraway en “Anthropocene, Capitalocene, Plantationocene, Chthulucene: Making Kin” (2015), cuestiones de escala, la relación entre frecuencia, porcentaje y velocidad, sincronía, y una red de complejidades donde se ponen en juego sinuosos dispositivos de correlaciones y correspondencias. Denominaciones como Capitaloceno o Plantacionoceno entrañan en sí la idea de que la maquinaria capitalista junto a la expansión extractiva son responsables de las transformaciones devastadoras implementadas por la acción humana a través de la creciente producción global de, entre muchos, la ganadería industrial de las macrogranjas, el agronegocio del monocultivo, la sustitución de bosques multiespecies –los cuales sostienen biomas específicos que nutren poblaciones humanas y no humanas– por inmensas plantaciones extractivas y cerradas, basadas en formas laborales ilegales, tipos de explotación que reproducen no sólo condiciones de esclavitud, sino una coyuntura de explotación y alienación que acompaña, a su vez, el desplazamiento forzado de personas, comunidades, pueblos enteros.

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¿Cómo capturar la escala planetaria y las huellas que va dejando el Antropoceno tanto en el espacio como en el tiempo? Las marcas que se alojan en la tierra son a su vez huellas tangibles que cuestionan la incorporeidad del colapso ecológico. Son “paisajes residuales”, según los definió el fotógrafo canadiense Edward Burtynsky. Vestigios que organizan nódulos visuales, lingüísticos o hápticos de maneras no lineal. Constelaciones que se disparan en direcciones múltiples. Si el Antropoceno es una fuerza irreversible, un fenómeno ubicuo e imposible de aprehender dado que ocurre de forma sincrónica en una pluralidad de espacios y latitudes, involucra, asimismo, especies humanas y no humanas, cuerpos orgánicos e inorgánicos.

¿Es posible frenar la incesante violación a territorios y hábitats que protegen humanos y no humanos, las expropiaciones de tierras y recursos, las desapariciones de activistas ambientales, mártires, como los llamó Rob Nixon? ¿Es posible abandonar una economía basada en la combustión del carbón que, como bien sabemos, es una de las mayores causas de la contaminación atmosférica? Si la inminente extinción masiva amenaza eliminar al menos la mitad de las especies vivientes en el planeta, ¿cómo organizar nuestros anhelos por preservar lo que se escurre? Organismos microscópicos que restauran el suelo y que, si bien intangibles, proveen una labor fundamental para los ciclos de restauración, nutrición y recomposición de la tierra. Ensamblajes de organismos humanos y no humanos que se deshacen, se desintegran y evaporan para regresar luego bajo nuevas y sorprendentes modalidades.

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