Trabajo - Remedios Zafra sobre autoexplotación en BBC News
"El capitalismo habla de la autoexplotación como de 'un yo que se explota' cuando es algo incentivado estructuralmente desde la cultura digital"
1 septiembre 2021 BBC News (Lea la nota completa en su fuente)
"¿Dónde queda la esperanza?". De esa pregunta nació "Frágiles", el último ensayo de la ensayista, escritora e investigadora española Remedios Zafra (Zuheros, Córdoba, 1973).
Se la hizo una periodista que la entrevistó a raíz de la publicación de
su anterior libro, "El entusiasmo", y que le comentó que la
descripción que hacía de la vida-trabajo era tan parecida a la suya que luego
de leerlo se le revelaba conflictiva y menos vivible.
Y Zafra, que lleva años reflexionando sobre algunos de los temas más
importantes de la contemporaneidad -la cultura digital, el feminismo, la
creación o las políticas de la identidad en las redes-, no pudo dejar de pensar
en ella.
Científica titular en el Instituto de Filosofía del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas de España, su obra ha sido reconocida con numerosos
galardones, incluidos el Premio Anagrama de Ensayo 2017 por su libro "El
entusiasmo. Precariedad y trabajo creativo en la era digital".
En "Frágiles. Cartas sobre la ansiedad y la esperanza en la nueva
cultura" explora las complejas dinámicas detrás del trabajo inmaterial y
creativo, así como las angustias y malestares que resultan del mismo.
Hablamos con ella en el contexto del HAY Festival Querétaro, donde
participa este 1 de septiembre.
La pandemia ha potenciado el teletrabajo, el que trabajemos en espacios
íntimos, alejados de los otros, pero híper-conectados. ¿Nos hace eso más
frágiles?
El teletrabajo llevaba tiempo reclamando su potencia para mejorar
nuestras vidas y trabajos, pero también para ayudarnos a habitar el planeta de
otras maneras, reduciendo desplazamientos contaminantes y dando sentido a
trabajos que son la "práctica que se hace" y no "el lugar al que
se va".
La pandemia ha supuesto la aceleración de este proceso y su
amplificación, trayendo consigo lecturas contradictorias sobre quiénes y de qué
manera se ven más beneficiados por él.
Ahora muchos vinculan teletrabajo a confinamiento y esto acentúa la
sensación de fragilidad, entendida como mayor vulnerabilidad a los factores de
estrés y ansiedad que aumentan en los procesos de cambio que estamos viviendo.
Pero hay otras formas de fragilidad que vienen de la manera en que se
configuran las vidas-trabajo medidas por pantallas que coinciden en nuestras
habitaciones -antes privadas- y que ocupan gran parte de nuestros tiempos.
De un lado, está la sensación de que aún estando mucho más conectados
nos sentimos más solos y aislados.
De otro, las lógicas capitalistas y competitivas se ven favorecidas por
la precariedad creciente y el individualismo de quien concentrado en su
pantalla busca visibilizarse y "va a lo suyo".
Esta desarticulación colectiva como sociedad también nos hace más
vulnerables.
Todos ansiamos poder tener más tiempo libre, más tiempo para nosotros
mismos. Sin embargo, el trabajo cada vez nos absorbe más, en especial en
lo que respecta a trabajos creativos y vocacionales. ¿Por qué no sabemos decir
no y aceptamos más trabajo del que queremos hacer?
Creo que en esta aceptación por defecto hay una raíz importante del
problema que estamos mirando, y en mi opinión tiene que ver con varios
factores.
En primer lugar, con la fragmentación de los trabajos en multitud de
tareas y colaboraciones que, pareciendo livianas, se convierten en una losa
cuando se van acumulando.
Y luego de ellas se van derivando nuevas actividades de gestión,
divulgación, evaluación y archivo propias de la cultura digital.
Además, la precariedad del contexto laboral dificulta la estabilidad, y
hace a los trabajadores creativos dependientes de la concatenación de pequeñas
tareas, en su mayoría expuestas al escrutinio público, y por tanto necesitadas
de reputación, es decir de aceptación y agrado.
A eso se añade el hecho de que la mayoría de peticiones de colaboración
viene de trabajadores igual de precarios a los que resulta difícil negarla,
pues en un futuro serán ellos quienes acepten una propuesta nuestra.
Este entramado de reciprocidad convierte al grupo en mantenedor de su
actividad incesante, cargándose de trabajo entre ellos mismos mientras
alimentan la maquinaria productiva, primando un "hacer" desde el
"aceptar" por defecto, perdiendo el foco sobre el sentido de lo que
hacen y sobre sus condiciones de trabajo.
Y por último, en esta aceptación hay algo familiar para las mujeres y
que (la filósofa española Amelia) Valcárcel teorizó como la "ley del
agrado".
En tanto muchos de los nuevos trabajadores son mujeres y cargan con el
prurito de ser las primeras de sus linajes en hacerlo, y muchas vienen además
de contextos humildes, la expectativa que ponen en sí mismas es mayor, de forma
que tienden a ir sumando tareas a la espalda apropiándose de sus tiempos
propios.
Usted llega a decir que nos auto-explotamos. ¿Cómo ha conseguido el
sistema llevarnos a esa situación de auto-explotación?
Hay varios filósofos que hablan de autoexplotación que ponen el énfasis
en este componente derivado del propio sujeto.
Esta idea me parece interesante, pero no para proyectar la
responsabilidad en cada una de las personas que se autoexplotan pasando por
alto las inercias estructurales, sino para observar estas inercias, para
identificar los mecanismos y poderes que contribuyen a naturalizar esta
subordinación.
La normalización capitalista de la autoexplotación habla de "un yo
que se explota", cuando es algo incentivado estructural y socialmente en la
cultura digital.
Trabajar más de lo que se desea parece a priori una decisión voluntaria
y consentida. ¿Lo es?
El trabajo en el contexto digital guarda muchas similitudes con el juego
digital. La disponibilidad de tecnología aquí y ahora hacen que el trabajo esté
también disponible aquí y ahora.
Cuando encendemos el ordenador pensamos ¿por qué no adelantar este
trabajo?
Y bajo esta inocente intención, la práctica se nos hace líquida y se
derrama, porque los trabajos mediados por tecnología, especialmente los
creativos que van con el "yo" a cuestas, no son fáciles de terminar,
no son como el agua de una botella, sino como el agua de una fuente, sigue
fluyendo y de ellos se derivan respuestas, interacciones, publicaciones,
demandas.
Es la sensación de estar "a punto de" terminarlo, pero no
porque empieza otro, lo que lo vincula a la adicción propia del juego. Ese
"estar cerca" es un estímulo para quien trabaja y para quien juega.
En el caso del trabajo el logro no es el dinero o los puntos, sino el
reconocimiento o la visibilidad en un contexto hipervisibilizado, es decir, ese
capital simbólico que tan bien manejan las industrias digitales.
¿Qué papel juega el miedo a no tener trabajo y el sentido de la
responsabilidad que nos han inculcado en que
nos "auto-explotemos"?
El desdibujamiento de los trabajos estables y la promoción eufemística
de nuevos empleos concebidos como colaboraciones temporales o contratos
precarios es una seria amenaza.
La precariedad de los trabajos se disfraza de normalidad e incluso de
"época", de forma que la ansiedad por estar siempre compitiendo por
el trabajo resulta agotadora.
El miedo a no tener trabajo retroalimenta esta ansiedad, un miedo que se
acrecienta si hablamos de personas que vienen de contextos humildes, pero con
acceso a la educación y por tanto con expectativas y responsabilidad respecto a
lo que pueden y quieren hacer.
En este asunto hay una conversación social e intergeneracional donde los
trabajadores del contexto digital quisieran mostrarle a sus padres y abuelos
que "lo han conseguido", que tienen trabajo y emancipación, pero lo
único que pueden es mostrarles que "están siempre ocupados", siempre
enganchados.
¿Qué ideología se encuentra detrás de este ímpetu de hiper-producción y
de auto-explotación?
Las nuevas versiones del capitalismo digital están en la urdimbre
ideológica de un mundo acelerado, que incentiva la hiperproducción como motor y
la deslocalización como norma.
Se trata de un mundo donde las grandes empresas pagan pocos impuestos o
buscan las maneras de evitarlos, mientras venden las bondades de estar siempre
conectados, comprando a golpe de botón y recibiendo paquetes en las
habitaciones conectadas.
Es un entramado de prisas y actividad construido de la precariedad de
muchos y la riqueza de unos pocos.
Usted traza un paralelismo entre la auto-explotación y el patriarcado,
que logró que las mujeres aceptasen e incluso colaborasen en su propia
subordinación. ¿A través de qué mecanismos logró eso el patriarcado y a través
de cuáles lo está consiguiendo el sistema de auto-explotación?
Para mí resulta de gran ayuda la comparación entre capitalismo y
patriarcado en sus formas de autoexplotación, en tanto el patriarcado se ha
caracterizado justamente por convertir a las mujeres en agentes mantenedoras de
su propia subordinación, proyectando imaginarios que las definen en relación a
los hombres, favoreciendo su aislamiento en la esfera privada y alentando en
ellas la vigilancia y control de otras mujeres, es decir reproduciendo un
sistema de dominación.
En "Frágiles" identifico algunos de esos mecanismos por los
que me preguntas desde las siguientes analogías...
Alimentar la enemistad entre las mujeres (como ahora se alimenta la
rivalidad entre trabajadores), recluirlas en los espacios privados (como ahora
nos aislamos en nuestras habitaciones frente a las pantallas), presentar como
feliz y elegible una forma de vida familiar y subordinada que ha sido una
imposición social (como ahora se resaltan las bondades en la entrega laboral
del hacerse uno mismo), estigmatizar a quienes rompían esos destinos, antes
malas madres y ahora trabajadores que no se entregan lo suficiente.
El feminismo logó liberar a las mujeres. ¿Se pueden extrapolar algunas
de sus estrategias a la lucha contra la auto-explotación?
Es una de las hipótesis que propone este ensayo y que busca no solo
argumentar sino llevar a la práctica el que para mí es un punto de inflexión en
el feminismo: la activación comunitaria cuando las mujeres se encuentran y
comparten su intimidad con la complicidad y empatía de quien escucha y
comprende.
Este mínimo gesto pretende ser metáfora del relato que ha permitido a
las mujeres salir de los espacios de aislamiento para encontrarse con iguales
compartiendo su intimidad cuando esta es opresiva y uniéndose, es decir creando
solidaridad reivindicativa.
La auto-explotación, ¿es fruto también de la creciente competitividad y
pérdida del sentido de solidaridad?
Tienen mucho que ver.
No hay que olvidar que la precariedad de muchos es paralela al incentivo
de modelos de éxito liberales ("hazte a ti mismo", "si tú
quieres, puedes"…), que animan a competir a cada rato aunque sea para
trabajos no pagados o pagados solo con visibilidad que promueven la pose.
Esta maquinaria productiva alimenta tanto la autoexplotación como la
rivalidad, y no es baladí, pues aquellos con los que se compite para esos
escasos trabajos son esos "iguales" con los que podrían aliarse para
denunciar situaciones precarias.
Por otro lado, los modelos de trabajo se apoyan cada vez más en la
autogestión de tareas administrativas, procesos de evaluación, archivo y
seguimiento a través de plataformas y aplicaciones que se apropian de gran
parte de los tiempos propios y agotan a los trabajadores.
La ansiedad que generan contribuye a esta neutralización colectiva de
los trabajadores.
Su libro, sin embargo, gira en todo momento en torno a la
esperanza. ¿Tiene esperanza de que aumente la solidaridad y termine la
auto-explotación?
No hay cambio social que no nazca del contagio de cambios individuales,
del malestar de quien toma conciencia de algo que daña y se rebela.
La esperanza nace después del malestar de la conciencia, cuando nos
sabemos limitados y frágiles y tenemos la revelación de que solos no somos
nada, que necesitamos a la comunidad para transformar y mejorar las cosas.
La labor de concienciación, solidaridad y contagio en lo social son
esenciales para anteponer el bien colectivo como un bien bueno para todos y
para uno mismo…
Cuando nos vemos con esa otra fragilidad que es la derivada de las
enfermedades que nos deterioran salud y cuerpo es frecuente que los humanos nos
agarremos a la esperanza.
Antes en este lugar del mundo desde el que hablamos la esperanza estaba
especialmente gestionada y depositada en el mundo espiritual y religioso. Hoy
más que nunca la esperanza descansa en la ciencia y en sistemas públicos
fuertes y esos precisan de nuestra implicación activa.
Este artículo es parte del Hay Festival Querétaro digital, un encuentro
de escritores y pensadores que se realiza del 1 al 5 de septiembre de 2021.
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