miércoles, 2 de agosto de 2023

La Cruzada de los niños ¿Por qué marchaban?

Otro dato: marchaban por el hambre.
“la invencible armada de la bondad y pureza de los niños que logrará reclutar durante la travesía...”


La Cruzada de los niños


Algo de esto es lo que pasó con la llamada Cruzada de los Niños. Una serie de hechos reales ocurridos en el siglo XIII narrados en gran medida de boca en boca dieron lugar a una leyenda en la que se entremezclan fe infantil, alta política de la época y un trágico final. El episodio, recogido por varios cronistas contemporáneos de los hechos (entre los que cabe destacar a Roger Bacon, Vincent de Beauvais o Tomás de Cantimpré), en realidad no pasó de la forma en que fue narrado. Y lo más curioso de todo es que gran parte de la confusión se debió a la errónea interpretación del significado de una sola palabra.

La situación en Europa a comienzos del Siglo XIII

A pesar de haberse convocado para liberar los Santos Lugares del dominio musulmán, la Cuarta Cruzada ni siquiera llegó a pisar Tierra Santa. En lugar de intentar cumplir su propósito inicial, los cruzados se dedicaron a conquistar y saquear Constantinopla e instaurar allí un Imperio Latino, en el que el emperador no fuera ortodoxo sino católico. Además, los venecianos (auténticos cerebros detrás de esta cruzada) consiguieron importantes beneficios comerciales a costa de sus rivales Génova y Pisa. No en vano, a la Cuarta Cruzada se la llamó también “Cruzada Mercantil o Comercial”. Naturalmente, el Papa Inocencio III no estaba demasiado satisfecho con el devenir de los acontecimientos y rápidamente empezó a predicar con fuerza una Quinta Cruzada que, esta vez sí, recuperara para la Cristiandad Tierra Santa.

Toma de Constantinopla por los cruzados
Y es que este Papa tenía debilidad por convocar Cruzadas. A la ya reseñada Cuarta Cruzada debemos añadir la Cruzada contra los almohades que terminó en 1212 cuando los reinos cristianos de la Península Ibérica vencieron al califa Muhammad an-Nasir (llamado por los cristianos Miramamolín, deformación del título árabe Amir al-Mu’minin o Príncipe de los Creyentes) en la Batalla de las Navas de Tolosa. Y por si fuera poco, convocó también la Cruzada Albigense contra los cátaros del sur de Francia, conflicto que llevó a miles de personas a la hoguera y que entre otras cosas nos dejó al legado papal Arnaldo Almarico pronunciando ante la ciudad de Béziers la conocida frase:
“Matadlos a todos, Dios reconocerá a los suyos”
Pero el Papa no se limitó a convocar cruzadas; además lanzó un interdicto (una censura eclesiástica por la cual las autoridades religiosas prohíben a los fieles la asistencia a los oficios divinos, la recepción de algunos sacramentos y la sepultura cristiana) contra Inglaterra y finalmente excomulgó a su Rey Juan I (conocido como Juan Sin Tierra). Y para rematar la faena, provocó una lucha por el poder en el Sacro Imperio Romano Germánico con su pretensión de que Europa fuera un estado teocrático con él mismo a la cabeza.

Inocencio III
Así pues, la energía de Inocencio III hacía que el espíritu de las Cruzadas lo invadiera todo. El problema era que los principales monarcas europeos no estaban para muchas aventuras, pues sus problemas domésticos les absorbían. A la ya citada lucha de los reinos cristianos de la Península Ibérica contra los almohades hemos de añadir que Francia e Inglaterra guerreaban entre sí, en parte porque la excomunión de Juan Sin Tierra hacía que fuera legítimo que los franceses trataran de conquistar las tierras de los Plantagenet en Francia. Y por si fuera poco, en el Sacro Imperio Romano Germánico se estaba produciendo la ya citada lucha de poder entre Otón IV y Federico II (que contaba entre otros con el apoyo del rey de Francia Felipe II Augusto). Definitivamente, un galimatías que hacía que los monarcas europeos no estuvieran para muchas fiestas.

La leyenda de la Cruzada de los niños: la rama francesa

Con la situación europea empantanada como hemos visto, en la pequeña aldea francesa de Cloyes-sur-le-Loir un pastorcillo de 12 años llamado Esteban, recibe en junio de 1212 una visión en la que Jesucristo le ordena escribir una carta dirigida al rey de Francia, en la que pidiera que dicho monarca dirigiera una nueva cruzada para liberar los Santos Lugares. Sorprendentemente, Esteban logra entregar la carta al rey francés Felipe Augusto, que como era de esperar ignoró la misiva. El pastorcillo regresó a su aldea, y allí nuevamente se le apareció Jesús con un mensaje distinto. Esta vez sería el propio Esteban el que lideraría una cruzada formada por niños para liberar Tierra Santa.

"La Cruzada infantil", de Doré
En la visión, Jesucristo le dice al pastorcillo que Jerusalén caería ante “la invencible armada de la bondad y pureza de los niños que lograra reclutar durante la travesía”. Además, le garantiza que las aguas del Mediterráneo se abrirían ante ellos para que pudieran cruzarlo. Dicho y hecho; Esteban de Cloyes se pone en marcha, logrando mediante sus encendidos sermones que se le unieran entre 20.000 y 30.000 personas (no sólo niños, sino también adultos). La elocuencia de Esteban resulta algo sorprendente, teniendo en cuenta que era analfabeto; pero en cualquier caso la muchedumbre que le sigue se pone en marcha hacia Niza (aunque otras fuentes señalan a Marsella). Así lo narra una fuente del siglo XIII, la Chronica regia Coloniensis (“Crónica Real de Colonia”):

“Muchos miles de niños y muchachos, de edades que iban desde los seis años hasta la plena madurez, abandonaron sus carros y arados, sus rebaños y todo aquello que estuvieran haciendo en aquel momento para marchar a Tierra Santa. Eso hicieron pese a la voluntad de sus padres, parientes y amigos, que intentaban sin éxito que cejaran en su empeño. De repente, se veía a alguno correr detrás de otro para hacerse con la cruz. Y así, en grupos de veinte, cincuenta o cien, enarbolaban sus estandartes y partían con rumbo a Jerusalén”

La intendencia de una muchedumbre así no era fácil, desde luego. La multitud se fue alimentando a base de limosnas, pero también arrasando con la comida de los lugares por los que iba pasando. Como una inmensa plaga bíblica, los niños fueron acabando con toda la comida de los campos, almacenes, casas y tabernas por las que transitaban. Aun así, sólo 3.000 niños y unos 300 adultos lograron llegar hasta la costa mediterránea; el resto había perecido de hambre por el camino o sencillamente había desertado ante lo quimérico de la misión. El grupo, encabezado por Esteban, empezó a rezar de sol a sol para que las aguas se abrieran y pudieran seguir su camino a Jerusalén. Estuvieron así dos semanas, y por supuesto las aguas no se abrieron.

Felipe II Augusto, rey de Francia
Fue entonces cuando dos mercaderes locales pusieron sus siete barcos a disposición de Esteban y su tropa. El pastorcillo vio en este gesto el milagro prometido, y todos se embarcaron. No se volvió a saber de ellos hasta muchos años después. En 1230, un sacerdote llegado de Egipto aseguró ser uno de los niños de Esteban y narró que dos de los barcos se hundieron cerca de la isla de San Pietro, junto a Cerdeña. El resto fue capturado por piratas y llevados a Argel. Allí un grupo fue vendido como esclavos, mientras que otros corrieron la misma suerte, pero en Alejandría y Bagdad. Los más afortunados fueron los que sabían leer y escribir, pues el sultán egipcio los empleó como traductores y secretarios. Entre ellos se encontraba el sacerdote que narró la historia.

La leyenda de la Cruzada de los Niños: la rama alemana

Paralelamente a todos estos acontecimientos otro pastorcillo, esta vez alemán y de nombre Nicolás, recibe otra visión con el mismo encargo. Empieza a recorrer los campos dando también encendidos sermones y, a pesar de ser analfabeto como Esteban de Cloyes, logra reunir varios miles seguidores que se juntan en Colonia. Al contrario del grupo francés, en este grupo había un mayor número de niñas y de adultos. Juntos emprendieron el camino hacia Italia, y para ello tenían que cruzar los Alpes (algo sumamente dificultoso incluso en verano). Durante la travesía muchos murieron de hambre y frío, mientras que otros desertaron y volvieron a sus casas. Sólo unos 7.000 lograron llegar a Génova a finales de agosto de 1212.

"La partida a la Cruzada de los Niños"
Tampoco en esta ocasión las aguas se abrieron. Las autoridades genovesas, apiadadas de los niños, les ofrecieron convertirse en ciudadanos. Muchos aceptaron, mientras que Nicolás y un pequeño grupo se dirigieron a Roma, donde fueron recibidos por Inocencio III. El Papa se sintió admirado por la fe de este grupo, pero les exhortó a regresar a casa y cumplir sus votos como cruzados más adelante, cuando fueran adultos. La mayoría no sobrevivió al viaje de vuelta a través de los Alpes, y los pocos que regresaron siguiendo la ruta del valle del Ródano se desperdigaron por el sur de Francia, donde parece ser que fueron convertidos en esclavos.

Lo que parece que pasó en realidad

A comienzos del siglo XIII se produjo en Europa una grave crisis económica, motivada por el aumento de la población rural. Esta población se encontró en gran medida sin trabajo debido a las grandes mejoras en la agricultura (algunas de ellas introducidas paradójicamente por los cruzados, como los molinos de viento). Esto provocó que muchos campesinos empobrecidos vendieran sus tierras y vagaran por las ciudades viviendo de la caridad. Este fenómeno se dio sobre todo en Francia y Alemania. A estos grupos de campesinos vagabundos se les empezó a denominar de forma despectiva como pueri (en latín “niños”), como si fueran niños inocentes ante los embates de la vida. Muchos de estos grupos de pueri (entre los que por supuesto había niños, pero también adultos) se unían en una protesta religiosa dando sermones y rezando plegarias, pero de ningún modo tenían intención de ir a Tierra Santa a luchar.

Cruzada de los Niños
Por lo que respecta a los hechos narrados anteriormente, parece que la epopeya del alemán Nicolás es bastante ajustada a la realidad. No lo es tanto el caso del francés Esteban de Cloyes, que parece ser que reunió una multitud con el fin de entregar una carta al rey francés Felipe Augusto dictada según él por el mismo Jesucristo. El monarca galo, aconsejado por la Universidad de París, decidió mandarlos de regreso a sus casas, donde efectivamente volvieron. No consta en ninguna fuente que el plan fuera ir a Jerusalén; además se sugiere que los participantes no eran niños, sino simplemente jóvenes.

Campesinos en la Edad Media
Años después, los cronistas leyeron la palabra “pueri” asociada a estas peregrinaciones devotas sin rumbo fijo, e imbuidos ellos mismos del espíritu de las Cruzadas, dieron por sentado que se produjeron cruzadas de niños. Comenzó así a circular una historia que ha llegado hasta hoy, motivada en gran parte por la incorrecta interpretación de una palabra. Tan fuerte fue la leyenda que muchos autores consideran estos hechos como el origen de la historia del Flautista de Hamelin.

El Flautista de Hamelin
Como curiosidad final, decir que esta historia ha inspirado muchas novelas, entre las que cabe destacar la extraña “Las puertas del Paraíso”, del escritor polaco Jerzy Andrzejewski. La particularidad de esta novela es que está escrita en dos párrafos, uno de 180 páginas y otro de una sola línea. A través de monólogos de los niños confesándose a un sacerdote, se va narrando la historia. Merece también mención otra novela titulada precisamente “La Cruzada de los Niños”, de Marcel Schwob, donde diversos personajes van contando la historia en primera persona, con la particularidad de describir a los niños como un inmenso enjambre de abejas. Y es que una palabra mal interpretada puede dar lugar no sólo a ficciones, sino también a hechos que, muchos años después, seguían considerándose históricos.

https://elhistoricon.blogspot.com/2017/07/la-cruzada-de-los-ninos.html

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¿De verdad participaron niños en las cruzadas?
EDAD MEDIA
Según la tradición, un ejército de niños puso a rumbo a Jerusalén para liberarla del islam a principios del siglo XIII. ¿Qué motivos hay para creer que es cierto?
'La cruzada infantil', de Gustave Doré.
'La cruzada infantil', de Gustave Doré. Wikimedia Commons
ISABELA HERRANZ




06/10/2019 14:35Actualizado a 30/06/2020 10:12
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El tema ha sido objeto de controversia entre historiadores durante decenios, y continúa sin llegarse a un acuerdo. Mientras unos afirman que las cruzadas de los niños existieron, otros aseguran que se trata de una invención de la Iglesia.

Por desgracia, l as fuentes históricas que tratan el asunto no son concluyentes. Elizabeth Hallam, autora de Chronicles of the Age of Chilvalry (Crónicas de la Edad de la Caballería), explica: “Las duras condiciones del campesinado medieval fueron la fuente de una serie de movimientos de masas: miseria absoluta y aspiraciones religiosas fabulosas inspiraron a los participantes a abandonar sus casas por una causa imposible”.

Con ello se refiere tanto a las cruzadas de los niños como a las de los pastorcillos, que se habrían originado en Europa en el verano de 1212 y en la primavera de 1251 respectivamente. Según Hallam, sus protagonistas tuvieron un final trágico: “Se les unieron individuos criminales y antisociales, y todo terminó en una orgía de violencia, destrucción y desesperación”.

Algunos autores sugieren que la leyenda se debe a una epidemia de tarantismo, producto de la superstición
Numerosos testimonios históricos confirman la existencia de las cruzadas de los pastorcillos. En cambio, en lo relativo a las de los niños, las fuentes son tan escasas y contradictorias que los historiadores se confiesan incapaces de confirmar o desmentir si tuvieron lugar.

Hamelín y san Vito

En un ensayo dedicado a la búsqueda histórica del flautista de Hamelín, What Happened to These Children (Qué pasó con estos niños), el investigador James P. O’Donnell dice: “En el año 1212 tuvo lugar uno de los sucesos más aterradores y espantosos en la historia de la Edad Media [...]. Inspirados y caldeados por las proezas de la caballería, unos 50.000 niños de Francia y Alemania se pusieron en marcha a pie para liberar la irredenta Tierra Santa”.

El final de la historia tampoco es feliz, según O’Donnell: “La gran mayoría nunca regresó; los más afortunados se ahogaron en el Mediterráneo, los restantes fueron secuestrados por tratantes de esclavos y vendidos en Egipto”. El investigador afirma asimismo que, muy probablemente, esta presunta cruzada infantil dio origen a la leyenda del flautista de Hamelín.

Otros autores, sin embargo, como el filósofo alemán de la Ilustración Gottfried W. von Leibniz, sugieren que dicha leyenda se debe en realidad a una epidemia de tarantismo (supuesta enfermedad medieval, producto de la superstición).

Según algunos autores la cruzadas de los niños originó la leyenda del flautista de Hamelín.
Según algunos autores, la cruzada de los niños originó la leyenda del flautista de Hamelín. Wikimedia Commons
De acuerdo con esta versión, se denominó “baile de san Vito” al tarantismo porque innumerables hordas de niños, que iban de un pueblo a otro danzando enloquecidamente, buscaban la capilla de San Vito con la esperanza de curarse. Pero ni aquellas convulsiones en grupo contaron con un líder flautista ni tampoco parece que tuvieran que ver con la presunta cruzada.

Textos más recientes cuentan que hubo grupos de vagabundos que, huyendo de la peste negra y de la miseria, deambularon por Europa hasta asentarse finalmente en zonas poco pobladas del este. En todo caso, resulta imposible discernir cuánto de estas historias es cierto y cuánto producto de la fantasía, la superstición o, incluso, el equívoco.

Destacan dos episodios, uno francés y otro alemán, en esta amalgama de fuentes sobre el tema. Las abundantes coincidencias entre ambos han hecho pensar a algunos expertos que debieron de ser originados por una misma realidad histórica, aunque es muy posible que los distintos cronistas que registraron ambos relatos bebieran de una misma fuente: la obra The Children’s Crusade (La cruzada de los niños, 1871), del clérigo neoyorquino George Zabriskie Gray.

El dictamen de la Universidad de París fue claro: los niños debían regresar a sus casas
En todo caso, el contexto en el que supuestamente tuvieron lugar los hechos es el mismo en las dos versiones. Tras el fracaso de la tercera cruzada, con la que no se logró tomar Jerusalén, la cuarta en 1204 se desvió de su objetivo y acabó con el saqueo de Constantinopla. Aun así, cuatro años después todavía no había desaparecido el entusiasmo popular por la causa, y el papa Inocencio III aún promovía las cruzadas activamente.

La cruzada francesa

La interpretación de la historia más conocida y mejor documentada hace referencia a un pastor francés llamado Étienne, de doce años, natural de la aldea de Cloyes, cercana a Chartres. Según parece, poco después de haber presenciado la procesión anual de San Marcos en abril de 1212, Étienne tuvo un encuentro con un peregrino que afirmaba haber regresado de Tierra Santa.

Tras informar al niño de los desastres allí acontecidos, el peregrino le reveló que era Jesucristo en persona y le encargó que predicara a los niños franceses, animándoles a emprender una nueva cruzada. El peregrino prometió a Étienne que su ejército infantil conseguiría llegar adonde no habían llegado los cruzados adultos. Asimismo, el presunto Jesucristo le entregó una carta para el rey Felipe Augusto, en la que se le solicitaba ayuda para organizar una nueva cruzada a Tierra Santa.

Respecto a este encuentro, las fuentes que cita Gray se dividen en dos vertientes. Unas apuntan a que todo el episodio fue una visión del joven en estado de trance, mientras que otras afirman que el encuentro fue real, y que el peregrino en cuestión era un cura disfrazado. En el segundo caso, el sacerdote se habría hecho pasar por Jesucristo porque, sabiendo del fervor religioso del niño, encontró en él un instrumento adecuado para poner en marcha una nueva cruzada.

De un modo u otro, Étienne entregó la carta al rey en Saint-­Denis, cerca de París, pero en el camino fue reclutando a miles de voluntarios para su causa. No hay certeza de si el niño se personó ante el monarca, aunque sí se sabe que este consultó el asunto con la Universidad de París. Al dictamen de los doctos siguió un edicto real: los niños debían regresar a sus casas.

Toma de Constantinopla por los cruzados durante la Cuarta Cruzada, según una miniatura del siglo XV.
Toma de Constantinopla por los cruzados durante la Cuarta Cruzada, según una miniatura del siglo XV. Wikimedia Commons
Algunos lo hicieron, pero el entusiasmo por llevar a cabo el proyecto de cruzada no dejó de crecer. Fuera o no fomentado y manipulado por el clero, lo cierto es que muchos niños campesinos que no tenían nada que perder se adhirieron a la noble causa. Según algunas crónicas, no faltaron chicas disfrazadas, así como adultos y probablemente algún sacerdote. Pero sobre todo hay consenso en que se apuntaron vagabundos y chusma de todo tipo, con la aviesa intención de robar y pervertir a los jóvenes.

El lugar de partida del inmenso contingente de personas, unas treinta mil, fue Vendôme, ciudad cercana a Blois. De París habían llegado al menos la mitad de ellas. En junio de 1212 el improvisado ejército se puso en marcha hacia Marsella por el valle del Ródano. Más que un héroe, el joven líder empezaba a ser considerado un santo. Sin embargo, la falta de provisiones para alimentar a tanta gente durante un viaje tan largo fue una grave fuente de problemas.

A pesar de la simpatía que despertaba la causa de estos pretendidos cruzados, iban sembrando el pánico por las poblaciones por las que pasaban. Llegaron a recorrer unos quinientos kilómetros en un mes, pero unos diez mil de ellos, incapaces de soportar el calor y las penalidades del viaje, perecieron o regresaron a sus casas. Y los que llegaron a puerto no lo tuvieron más fácil.

La promesa de Étienne de que las aguas del mar se abrirían a su paso, como había sucedido con Moisés en el mar Rojo, no se cumplió. No obstante, dos mercaderes, Hugues Lefer y Guillaume Leporc, se ofrecieron a llevarles a Palestina en siete barcos. Cinco mil de los cruzados aceptaron la oferta y abandonaron Francia. No volvió a saberse de ellos hasta 18 años después.

En aquella época, los jóvenes no tenían nada que perder, y sí mucho que ganar, si tenían suerte en la aventura
Al parecer, un sacerdote que había regresado del norte de África contó que él había sido uno de los peregrinos. Explicaba también que, poco después de haber embarcado en Marsella, dos de los barcos se habían estrellado en la costa de Cerdeña, y que en el naufragio se perdieron más de mil vidas.

Después, cuando los cinco barcos restantes alcanzaron la costa africana, se descubrió que los mercaderes que habían organizado el viaje se dedicaban a la trata de esclavos, y los niños fueron vendidos como tales.

La cruzada alemana

La segunda historia sitúa el origen de los hechos en Alemania. Estos habrían tenido lugar más o menos en el mismo período que la cruzada del niño francés. Numerosas crónicas cuentan que hordas de jóvenes y niños se formaron en diferentes localidades y se dirigieron al sur, siguiendo el curso del Rin. Su líder se llamaba Nikolaus y tenía diez años.

El muchacho era de Colonia, y al igual que Étienne, también era pastor. Ahora bien, en ninguno de los dos episodios está claro que estos niños fueran tan niños. Algunos eruditos han señalado que la palabra puer significaba “chico” o “muchacho” en el latín medieval, y que incluso podía designar a un hombre joven (sobre todo si carecía de tierras y era de baja extracción).

En aquella época, estos jóvenes no tenían nada que perder, pero sí mucho que ganar, si tenían suerte a la hora de lanzarse a la aventura. Nikolaus predicó la cruzada en las calles de su pueblo, explicando que el objeto de la misma no era luchar contra los sarracenos, sino convertirlos a la fe cristiana. Según algunas fuentes, habría conseguido captar más seguidores que Étienne, unos cincuenta mil entre niños y vagabundos, que también habrían ido acompañados de algunos sacerdotes.

Jerusalén era el objetivo de las cruzadas de los niños.
Jerusalén era el destino de las cruzadas de los niños. Terceros
En este caso se formaron dos grandes grupos. El primero de ellos tomó la agreste ruta de los Alpes, y el segundo, una más larga aunque menos accidentada. En los dos casos el viaje resultó muy duro, en gran medida porque dependían de la caridad. Además, en ningún pueblo era posible acomodar ni alimentar a tanta gente. El grupo alpino estaba compuesto por 20.000 peregrinos, pero en el camino muchos murieron de inanición y otras calamidades.

También hubo secuestros en los lugares por los que pasaron, aunque el tramo más arduo fue la travesía por los Alpes hacia del puerto de Génova (Italia). Solo 7.000 consiguieron llegar, incluido el propio Nikolaus. El joven alemán, al igual que Étienne, había prometido a sus seguidores que, al llegar al mar, este se abriría para dejarles pasar. Cuando el milagro no se produjo, muchos integrantes de la cruzada decidieron regresar a sus casas.

Según algunos cronistas, parte del contingente se dirigió a Roma con el fin de que el papa les dispensara del voto que habían hecho de liberar Tierra Santa. Otros autores cuentan que el pontífice les convenció de la imposibilidad de su empresa y les ordenó que regresaran a sus hogares. Pero también hay quienes aseguran que dos barcos partieron llenos de peregrinos en dirección al Nilo y que nunca más se supo de ellos.

Con arreglo a los datos recogidos por los cronistas, no hay constancia de que la Iglesia tuviera nada que ver
En cuanto a lo que ocurrió con el segundo grupo, el que tomó la ruta más larga, hay aún menos datos. Se cree que, una vez que consiguieron llegar a Italia, fueron recibidos con mucha hostilidad. Según las escasas fuentes que tratan el tema, muchos de los peregrinos fueron asesinados, y otros, vendidos como esclavos. Los dos o tres mil que consiguieron llegar a la costa del Adriático y embarcarse de camino a Tierra Santa se esfumaron sin dejar rastro.

Realidad o ficción

Resulta evidente que en los dos casos se trata de la misma historia, aunque con leves variaciones. Sin embargo, discernir si los hechos que inspiraron los dos capítulos fueron reales o ficticios no es una tarea sencilla.

En Outbreak! The Encyclopedia of Extraordinary Social Behaviour (2009), los investigadores Hilary Evans y Robert E. Bartholomew comentan: “La historia de las cruzadas de niños incorpora realidad y ficción, pero los historiadores no terminan de decidir cuánto aceptar de cada una y cuánto dejar fuera”.

Aunque Evans y Bartholomew añaden: “Una hipótesis reduccionista alternativa es que todo el episodio fue un montaje de la Iglesia católica con la intención de avergonzar a los adultos, para que tomaran parte activa en el rescate de los Santos Lugares”.

De ser así, se trataría de una trama planificada de antemano, aunque los autores lo descartan: “Esta teoría no se sostiene, habida cuenta del fracaso de la Iglesia para ayudar a los niños a lo largo de la ruta o para darles la bienvenida cuando alcanzaron el Mediterráneo”.

Con arreglo a los datos recogidos por los cronistas, no hay constancia de que la Iglesia tuviera nada que ver. En cambio, el hecho de que tantas fuentes registren las dos historias con semejante nivel de detalle apoya la creencia generalizada de que, como mínimo, algunos de los sucesos sí tuvieron lugar.

Este artículo se publicó en el número 619 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.

https://www.lavanguardia.com/historiayvida/edad-media/20191011/47796555829/de-verdad-participaron-ninos-en-las-cruzadas.html

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