Cazadores de coipos

"En varios casos, la presa favorita se constituye también como mascota favorita (...), y en apariencia, existe cierta contradicción en mantener algunos animales como mascotas o compañeros sociales, mientras que otros individuos de la misma especie continúan siendo cazados y consumidos (...). Erikson (...) lo plantea como una forma de compensar la destrucción generada por la caza; compensación que suele estar a cargo de las mujeres; así, los cazadores evitan la ira de los espíritus de los animales (...). Lo observado con los nutrieros, también parece contradictorio, y probablemente –de la misma forma que en otras sociedades– los motive un sentimiento de culpa por la destrucción que genera la caza. Así, una forma de resarcirse es evitando que estas crías de coipo perezcan al quedar huérfanas." (extracto).



Revista No 20
Título:Estudios etnoarqueológicos con cazadores de coipo de Argentina[*]
Autor:Paula Daniela Escosteguy[**]
Tema: Problemas Contemporáneos
Septiembre-Diciembre de 2014
Páginas: 145-165
http://dx.doi.org/10.7440/antipoda20.2014.07
fuente: http://antipoda.uniandes.edu.co/view.php/310/index.php?id=310

InicioRevista No 20-

Estudios etnoarqueológicos con cazadores de coipo de Argentina[*]


Paula Daniela Escosteguy[**]
Panorámicas

RESUMEN:

El análisis de diversos contextos arqueofaunísticos procedentes de la Depresión del río Salado y del noreste de la provincia de Buenos Aires (pampa bonaerense, Argentina) llevó a proponer un aprovechamiento integral e intensivo del coipo (Myocastor coypus) por parte de los grupos cazadoresrecolectores-pescadores del Holoceno tardío. Se planteó entonces una investigación etnoarqueológica, tendiente a obtener datos extrapolables a la interpretación del registro material. La misma también ofreció información sobre aspectos intangibles –acciones inobservables en el registro arqueológico–, tales como relaciones sociales y vocabulario específico, injerencia del género en las distintas etapas de la actividad. Además de informar sobre tecnología y paisaje, entre otros temas; para ello, se participó en una cacería de coipo y se realizaron entrevistas a cazadores.


PALABRAS CLAVE:

Estudios actualísticos, fauna, Myocastor coypus, Pampa bonaerense, Holoceno tardío.

Ethnoarchaeological studies of coypu hunters in Argentina

ABSTRACT:

The analysis of diverse archaeofaunal assemblages from the Salado River Depression and the Northeastern part of Buenos Aires province (Buenos Aires pampa, Argentina) led to propose that there had been intensive and integral exploitation of the coypu (Myocastor coypus) by hunter– gatherer–fisher groups during the late Holocene era. An ethnoarchaeological study was therefore proposed to obtain data that could be extrapolated for the interpretation of the material record. It also offered information about some intangible aspects -actions unobservable in the archaeological record- such as social relations, specific vocabulary, and the influence of gender in different stages of the activity. Information was also obtained regarding technology and lanscape, among other topics, by participating in a coypu hunt and conducting interviews of the hunters.

KEY WORDS:

Actualistic sudies, fauna, Myocastor coypus, Buenos Aires pampa, late Holocene.

Estudos etnoarqueológicos com caçadores de ratão-do-banhado da Argentina

RESUMO

A análise de diversos contextos arqueofaunísticos procedentes da Depressão do rio Salado e do nordeste da província de Buenos Aires (pampa bonaerense, Argentina) levou a propor um aproveitamento integral e intensivo do ratão-do-banhado (Myocastor coypus) por parte dos grupos caçadores-catadores-pescadores do Holoceno Tardio. Propôs-se, então, uma pesquisa etnoarqueológica, com o objetivo de obter dados extrapoláveis à interpretação do registro material. Esta também ofereceu informação sobre aspectos intangíveis —ações inobserváveis no registro arqueológico—, tais como: relações sociais e vocabulário específico, intervenção do gênero nas diferentes etapas da atividade, além de informar sobre tecnologia e paisagem, entre outros temas; para isso, participou-se de uma caça de ratão-do-banhado e realizaram-se entrevistas com os caçadores.

PALAVRAS-CHAVE:

Estudos atualísticos, fauna, Myocastor coypus, Pampa bonaerense, Holoceno Tardio.

El coipo (Myocastor coypus) ha sido un importante recurso económico en el pasado en áreas de humedales de la región pampeana, siendo frecuentes sus restos en los sitios arqueológicos de la Depresión del río Salado y del noreste bonaerense. Para profundizar la comprensión de este registro faunístico, se desarrolló un enfoque actualístico trabajando con nutrieros (cazadores actuales de coipo), a partir de una investigación etnoarqueológica que incluyó entrevistas a estos actores, la participación en una partida de caza y el procesamiento experimental de carcasas de coipo. El objetivo era elaborar un modelo acerca de la manipulación de este recurso animal para contrastar con la información surgida del análisis de conjuntos faunísticos generados por estos cazadores-recolectores-pescadores durante el Holoceno tardío.

El coipo, roedor comúnmente llamado nutria, pesa en promedio cinco kilogramos, tiene hábitos anfibios y es característico de los humedales del actual territorio argentino (Bó et al., 2006). La explotación de esta especie se reconoció en cuatro sitios de la Depresión del río Salado: tres sitios de la localidad arqueológica La Guillerma (LG): La Guillerma 1, La Guillerma 4, La Guillerma 5, y el sitio San Ramón 7[1]. Mientras que en el noreste de la provincia de Buenos Aires se documentó en la localidad arqueológica Cañada Honda (CH) y en el sitio Río Luján (RL) (Ver mapa).

Los asentamientos se ubican en un ecosistema donde gran parte del espacio se encuentra temporal o permanentemente anegado a lo largo del año (Bó y Malvárez, 1999).

Ver PDF, pág 148

Explotación de M. coypus durante el Holoceno tardío

En los sitios arqueológicos estudiados, distintas líneas de evidencia apuntan hacia el aprovechamiento integral de este roedor de tamaño mediano pequeño durante el Holoceno tardío. En la tabla 1 se presentan los datos del análisis cuantitativo (expresados en NISP, % NISP y MNI), así como las evidencias de manipulación antrópica que han podido identificarse en los conjuntos analizados, reconociéndose una intensificación en su aprovechamiento[2].

Ver PDF, pág. 149

Los análisis faunísticos de ambas áreas evidenciaron numerosas similitudes: 1) los restos de coipo dominan la colección de roedores y de mamíferos en general, donde la dieta se complementó con cérvidos y peces; 2) las carcasas de coipo ingresaron íntegras a los campamentos residenciales, sin sufrir trozamiento para el transporte; 3) se registran altas frecuencias de piezas dentarias aisladas (tanto molares como incisivos) y fragmentos craneales; 4) es baja o nula la proporción de alteraciones térmicas, aunque se observó una tendencia hacia mayor cantidad de especímenes calcinados de los sectores distales de las extremidades, especialmente en LG1 y CH; en tanto que en SR7 se destacan especímenes craneales, fragmentos de incisivos y molares quemados; 5) respecto de clases etarias, se determinó una ausencia o muy baja proporción de individuos juveniles. Es decir, se seleccionaron presas que aportarían mayor cantidad de carne y cuyos cueros serían más grandes. Este panorama concuerda con otros sitios de la región pampeana (González, 2005; Escosteguy et al., 2012).

Huellas de corte fueron documentadas en todos los conjuntos, a excepción de SR7 (ver la tabla 1). A partir de su análisis se interpretaron tres acciones básicas involucradas en el procesamiento: 1) Cuereo: reconocido a partir de cortes ubicados en elementos con poca masa muscular (sector anterior de la mandíbula, paralelos al diastema, paralelos a los molariformes, sector distal de la diáfisis de tibia, metapodios y falanges). 2) Desarticulación: huellas profundas ubicadas próximas a las articulaciones (en la mandíbula, entre el proceso condilar y el proceso coronoides, junto al proceso coronoides –producidas posiblemente al desarticular la mandíbula del cráneo–, en la escápula –cercanas a la cavidad glenoidea–, en la epífisis distal de húmero, en el acetábulo de la pelvis, en la epífisis proximal de fémur –alrededor de la cabeza y el cuello femoral–, en el extremo proximal de la tibia, en la superficie articular del calcáneo y en las vértebras). 3) Descarne: huellas de corte y de raspado ubicadas frecuentemente en sectores de la carcasa con mayor contenido cárnico como las diáfisis de los huesos largos y las costillas (Escosteguy et al., 2012).

En suma, el patrón y la recurrencia de las huellas observadas estarían indicando que las presas fueron cuereadas, desarticuladas y descarnadas, probablemente in situ. Las fracturas en huesos largos (fémures y tibias) demuestran un aprovechamiento integral del recurso, ya que pudieron ejecutarse para obtener la médula ósea –una vez cocida la presa– (Escosteguy et al., 2012) o para la formatización de instrumentos (González, 2005), tal como se ha registrado en otros sitios de la región[3]. Con respecto a las fracturas en el sector anterior de las mandíbulas, se ha planteado que pudieron originarse al extraer los incisivos con el fin de utilizarlos como instrumentos o quebrarlos para no dañar el cuero (véase la figura 6 en Escosteguy et al., 2012: 21).

La información etnoarqueológica obtenida será útil para interpretar el registro arqueológico; pero el enfoque planteado ofreció información de distintos aspectos involucrados en la actividad cinegética, más allá de las evidencias materiales que señalan la complejidad de una actividad netamente económica. En esta contribución se presentan y discuten los datos obtenidos de la observación participante de una cacería y de las entrevistas. Se discute además el aporte de estos datos en la interpretación de los conjuntos arqueofaunísticos estudiados.

Métodos

Una partida de caza con uno de los informantes se llevó a cabo en cercanías de la localidad de Las Flores (mapa), registrando diversos momentos de la actividad: colocación de trampas, matanza del animal, retirado de las trampas, desposte. Finalizadas esas etapas, la pieza capturada se trasladó al laboratorio, donde se limpió para analizar fracturas y daños en las superficies óseas. Estos datos complementan los recogidos durante el procesamiento experimental de tres carcasas de coipo, y cuyos resultados se describieron en detalle en Escosteguy y Vigna (2010) y Escosteguy (2011), y se retoman aquí en la interpretación.

Las entrevistas se realizaron a informantes de la sociedad actual para conocer diversas representaciones en torno a la caza y construir una visión holística de la actividad. Se entrevistaron veinticinco personas con distintos roles en la actividad cinegética (cazadores, dueños de barracas, acopiadores, autoridades locales, comerciantes y puesteros de campo).

Resultados y discusión

Participación en una partida de caza

La experiencia[4] se realizó con un nutriero de Las Flores que en la actualidad caza coipos ocasionalmente, ya que, debido a las sequías ocurridas en los últimos años en la zona y la sobrematanza de animales que impide su reproducción normal, esta especie ha disminuido su número. Esta situación permitió este único evento de captura y su posterior procesamiento[5].

El nutriero contactado localizó un número de cuevas en las proximidades de la Ruta Nacional Nº 3 (kilómetro 180), observando también otros indicadores como caminos y materia fecal, que indicaban la actividad de coipos. Por la noche tendió dos trampas-cepo en la boca de las cuevas. A la mañana siguiente se halló un coipo juvenil atrapado, de aproximadamente 2 kg. El animal aún estaba vivo, se le dio muerte por medio de un golpe en la cabeza con un garrote (en este caso, un palo de hockey que el cazador habitualmente empleaba) (ver las figuras 1A y 1B).

Ver PDF ,pág 151

El procesamiento de la presa fue realizado por el cazador en el campo. La secuencia de cuereado le demandó sólo cinco minutos y se desarrolló tal cual se describe en la tabla 2.

Se destaca que al ser una presa joven, el cazador prescindió de realizar cortes alrededor de los incisivos. Luego procesó la presa como si fuera a cocinarla asada, aunque la cocción no se realizó porque el objetivo era analizar posibles daños generados en los huesos durante el procesamiento. Estas acciones le requirieron alrededor de seis minutos. La presa se trasladó al laboratorio, donde se limpió para continuar con el análisis de los huesos, a partir del cual se observaron las diversas modificaciones (véase la tabla 2). En cuanto a las extremidades, en los miembros anteriores el corte se realizó por la articulación radio-cúbito y metacarpos. Los miembros posteriores, se fracturaron por la articulación sin modificar los huesos involucrados en la misma (tibia-peroné y calcáneo-astrágalo). Estos últimos huesos quedaron adheridos a los metatarsos, los cuales no estaban fusionados. Se observaron fracturas en el cráneo, pero no se registraron huellas de corte.

Ver PDF, pág 152-153

Las entrevistas

Los entrevistados residen en localidades cercanas a los sitios arqueológicos estudiados; éste fue el caso de 21 entrevistados; otros 4 viven en Rincón de Nogoyá, provincia de Entre Ríos (mapa). Se consideraron diferencias de género (23 varones y 2 mujeres) y etarias, donde se usaron tres categorías: menos de 40 años (4 entrevistados); entre 40 y 60 años (18 entrevistados); y más de 60 años (3 entrevistados). De las entrevistas surgieron temas recurrentes que se explicitan a continuación:

1) Vocabulario registrado: en todas las entrevistas se constató el empleo de un vocabulario específico y de ciertas categorías de clasificación relacionadas con la actividad cinegética. Algunos de estos conceptos y categorías[6] son:

Anidar (hacer nido) o arranchar: permanecer pernoctando por varios días en el nido o arranchada cercano al lugar de cacería.

Cuevero: persona que caza nutrias que habitan las cuevas de las barrancas de arroyos o ríos.

Nutria corrida: nutria asustada, que percibió movimientos y/o ruidos extraños.

Nutria encuevada: nutria que vive en las cuevas de las barrancas de los arroyos.

Nutria parida: hembra con crías.

Nutriador (o nutreador): cazador de nutrias.

Nutrio: macho adulto.

El vocabulario y las categorías registradas permitieron conocer algunos aspectos del ordenamiento del entorno social y natural, así como aspectos referidos al modo en que el cazador se relaciona con sus pares e individuos ajenos al grupo. Por ejemplo, las categorías de nutrio, nutria parida y nutria corrida refieren a una forma de identificar la presa y entender el entorno; mientras que para designar a los actores se utilizan categorías como nutriero verdadero y cuevero. Estos vocablos empleados dentro del grupo de cazadores también se encuentran vinculados con las identificaciones tanto individuales como grupales. Esta identidad –asentada en el conocimiento, su transmisión y el género– distingue a los cazadores verdaderos de aquellos oportunistas (que cazan ocasionalmente) (Escosteguy y Salerno, 2008-2009).

En algunas sociedades amazónicas ocurre una situación similar de transmisión y actualización del conocimiento durante la actividad cinegética, que incluye su manera de entender el mundo y sus creencias. En ella, los cazadores se relacionan con los seres que los rodean y se vinculan socialmente (Politis, 2007; Hernando et al., 2011). Además, las etnocategorías con las que describen la fauna tienen un fuerte contenido cultural que define prescripciones para su explotación o consumo (Politis y Saunders, 2002; Politis, 2007). En el caso de los nutrieros, categorías de este estilo influyen tanto en la estrategia de captura como en la decisión de matar la presa, o incluso en la forma de relacionarse con otros cazadores. Por ejemplo, el nutriero verdadero evita relacionarse con cueveros o cazadores oportunistas, mientras que la estrategia para capturar un nutrio será distinta si es una nutria corrida.

2) Género: generalmente, los cazadores son hombres. Los entrevistados mencionan que son pocas las mujeres que se dedican a la caza, pero aluden a la colaboración de ellas en tareas relacionadas con la actividad, desarrolladas en el ámbito doméstico. Sólo una mujer entrevistada participaba activamente en la caza. La masculinidad de esta actividad se evidencia asimismo cuando los cazadores sólo eligen enseñar a sus hijos varones.

Coincidiendo con lo registrado entre cazadores españoles (Sánchez Garrido, 2006), se constató que las mujeres de los nutrieros suelen ser excluidas de la transmisión del conocimiento, convirtiéndose en un espacio construido vedado para ellas y al que también recelan de entrar, pues en él reina la masculinidad, con base en la cual se establecen normas de sociabilización. Aunque no se documentaron pruebas de hombría y valentía, las cuales, según Vázquez García y Godínez Guevara (2005), están relacionadas con la exclusión de la mujer del aprendizaje, se podría sostener que no es el acto en sí mismo, sino la construcción que de él se realiza, lo que aparta a la mujer de los aspectos socializadores de la caza (Sánchez Garrido, 2006). Como consecuencia, se circunscribe a la mujer a las actividades desarrolladas en el ámbito doméstico. En cambio, el hombre se socializa en las actividades cinegéticas al participar en redes de parentesco, compadrazgo y amistad[7] (Vázquez García y Godínez Guevara, 2005).

Aunque entre los nutrieros y en otros casos contemporáneos se observaron marcadas diferencias de género que influyen en la actividad cinegética, en otros grupos étnicos se han registrado situaciones dispares. Entre los Awá, una sutil desigualdad se manifiesta en el plano simbólico, y si bien la caza es una actividad asociada a los hombres, las mujeres suelen ser participantes activas (Hernando et al., 2011), tal como también ocurre entre los Nukak (Politis, 2007), los Kutse (Kent, 1993) y los Bofi (Lupo y Schmitt, 2002). Entre los nutrieros, esto puede deberse a su inserción en una sociedad capitalista occidental, donde tradicionalmente las mujeres son excluidas de estas actividades.

3) Transmisión del saber: los entrevistados refirieron a un adulto (pariente directo, como padre, hermanos o tíos, u otros adultos conocidos del entorno familiar) que los instruyó siendo niños o jóvenes. Cinco entrevistados dijeron haber enseñado las acciones involucradas en el aprovechamiento del coipo a sus hijos, hermanos menores o jóvenes aficionados.

El género suele estar vinculado a la transmisión del saber y, en consecuencia, al aprendizaje. El aprendizaje temprano entre los nutrieros usualmente está relacionado con la destreza del cazador y su prestigio e identificación como nutriero verdadero[8]. No obstante, en muchos casos etnográficos mundiales donde se registró la actividad cinegética en los niños, se ha observado una variabilidad importante, en la medida en que la diferencia de sexo influye en las oportunidades en que los padres transmiten conocimientos sobre esta actividad (MacDonald, 2007). Incluso, existen numerosos ejemplos donde niños y niñas acompañan a las mujeres en cacerías de presas pequeñas (Lupo y Schmitt, 2002). El registro en nutrieros coincidiría en parte con lo documentado entre los Nukak, cuando a edad temprana, la preparación para la vida adulta involucra la realización de tareas específicaspara cada sexo, en algunos casos –en actividades lúdicas y de aprendizaje– empleando artefactos similares a los de los adultos (Politis, 1998; Hernando et al., 2011). A diferencia de estas sociedades nativas, donde el juego suele ser el medio para aprender las distintas actividades (MacDonald, 2007) y para obtener pericia (Bock, 2005), entre los nutrieros el aprendizaje se realiza a través de la experiencia.

MacDonald (2007) plantea que ayudar a los niños a adquirir habilidades para la caza puede generar costos a los cazadores, ya que, al permitir a los menores acompañarlos, deben alterar su conducta de caza para darles la oportunidad de aprender y practicar (Bock, 2005). No obstante, la participación de los niños en las nutriadas genera beneficios en el corto plazo al liberar a los nutrieros de las tareas más sencillas de la actividad (por ejemplo, revisar las trampas).

4) El uso del espacio: este tópico está relacionado con el conocimiento que tienen los cazadores de los elementos del paisaje y las diversas estrategias de caza desarrolladas sobre esta base. Los territorios de caza implican cuerpos de agua como condición sine qua non: los entrevistados mencionaron la captura en lagunas (permanentes o temporarias), arroyos, espadañas y ríos (Escosteguy y Salerno, 2008-2009). El tipo de paisaje influye en la elección de la estrategia de caza y el instrumental empleado; los cazadores señalaron que en los ríos las nutrias están de paso, mientras que en las lagunas las nutrias se quedan, marcando una diferencia importante en el momento de poner trampas y establecer las estrategias de caza.

5) Modalidades de captura: actualmente lo más habitual es el empleo de trampas-cepo de metal (trampa de retención). Otras técnicas mencionadas son: el uso de perros de caza, de lazos, hondas; de noche, encandilándolos mediante el empleo de reflectores o linternas, combinado con el uso de armas de fuego; empleando alambres en las cuevas de los arroyos, o simplemente con un golpe en la cabeza luego de acorralar a la presa. La captura con la ayuda de perros suele realizarse sólo bajo condiciones de sequía, cuando los coipos se concentran en cuerpos de agua donde los cazadores obtienen gran cantidad de presas en un único evento.

6) Conocimiento de la biología y conducta del coipo: es muy rico el conocimiento que tienen los informantes sobre la duración de los períodos de celo, gestación y lactancia, los momentos de parición, las conductas de los machos durante períodos de celo, de las hembras con crías, los hábitos de alimentación, las conductas adoptadas ante un riesgo. Estas nociones inciden en las estrategias de captura por las que van a optar los cazadores: “Entonces te fijas en el nido, cuando la nutria tiene cría, el nido tiene tres subidas…” (Entrevistado 05/07, Gobernador Udaondo).

7) Las crías como mascotas: la mayoría de los cazadores expresaron haber tenido crías de coipo como mascotas, que fueron alimentadas y educadas. En el momento de las entrevistas, un nutriero tenía en su casa una pareja de coipos con una cría, y otro entrevistado tenía dos crías cuya madre había sido capturada.

“Siempre, las criábamos guachas, las criábamos y las dejábamos acá. Como si fueran mascotas, […]. Cuando llegaban a grande que se ponen malas las llevaba a la laguna y las largaba […]. Yo tenía un auto y dormía abajo, lo cuidaba él [el nutrio]. Era como un perro, cuando venía alguno que no conocía y desconfiaba, los sacaba corriendo. Teníamos otro que dormía abajo de la cama. Hay que enseñarlo. Incluso se metía abajo de las cobijas y se acostaba en la almohada […]”. (Entrevistado 15/08, Las Flores)
Diversos estudios etnográficos y etnoarqueológicos revelan que este fenómeno no es exclusivo del mundo occidental; en muchas sociedades de América del Sur se registró el cuidado de individuos de varias especies[9] (Reichel-Dolmatoff, 1978, en Erikson, 2000; Politis, 2007). Tal como mencionan los nutrieros, el cazador frecuentemente mata a la madre y lleva a su hogar a las futuras mascotas, donde son tratadas como un miembro más de la familia; se les otorga un nombre, e incluso son atendidas como si fueran niños del grupo (Serpell y Paul, 1994; Erikson, 2000). Así, el animal cambia de estatus y deja de pertenecer a su especie de origen (Reichel-Dolmatoff, 1978, citado en Erikson, 2000). En grupos amazónicos, las mujeres –encargadas de cuidar las mascotas en el ámbito doméstico– incluso amamantan a crías de monos, junto a sus propios infantes (Serpell y Paul, 1994; Erikson, 2000; Politis, 2007).

En varios casos, la presa favorita se constituye también como mascota favorita (Erikson, 2000), y en apariencia, existe cierta contradicción en mantener algunos animales como mascotas o compañeros sociales, mientras que otros individuos de la misma especie continúan siendo cazados y consumidos (Serpell y Paul, 1994). Erikson (2000) lo plantea como una forma de compensar la destrucción generada por la caza; compensación que suele estar a cargo de las mujeres; así, los cazadores evitan la ira de los espíritus de los animales (Serpell y Paul, 1994). Lo observado con los nutrieros, también parece contradictorio, y probablemente –de la misma forma que en otras sociedades– los motive un sentimiento de culpa por la destrucción que genera la caza. Así, una forma de resarcirse es evitando que estas crías de coipo perezcan al quedar huérfanas.

8) Preparación para el consumo: los entrevistados destacaron la cocción con calor seco (asado, horneado) o en contextos húmedos (guisado, en escabeche, hervido). Sostienen que las presas jóvenes son más tiernas y su carne es más suave, lo cual influencia en las decisiones por tomar durante la captura. Entonces, cazan presas grandes cuando quieren obtener su cuero, mientras que para consumir prefieren capturar presas juveniles.

9) Procesamiento del coipo: sobre la base de lo mencionado por los entrevistados, se reconstruyó una secuencia de explotación de las presas. Primero se tienden las trampas, generalmente por la tarde. A la mañana siguiente, es habitual encontrar la presa viva, entonces, el cazador le da muerte con un golpe en la cabeza y la retira. A continuación se realiza el cuereado, que consta de varias etapas, aunque la secuencia de las mismas puede variar. Primero se golpean los incisivos inferiores y superiores para quebrarlos; luego se corta el cuero en los miembros inferiores, aunque también explicaron que éstos podían quebrarse y quedar unidos al cuero. Después se corta la piel en torno a la cola, aproximadamente en las primeras vértebras caudales, y se retira el cuero en forma de bolsa (desde los miembros posteriores hacia la cabeza). Esta acción se realiza a puño, sin emplear ningún instrumento filoso. Por último, se separa el cuero de la cabeza, acción que implica la realización de pequeños cortes alrededor de ojos y orejas, y en torno al maxilar y/o mandíbula. Aquí el cuero se encuentra firmemente agarrado, con poco tejido, por lo que se realiza cuidadosamente para no rasgar la piel. En épocas de cacería abundante, estas acciones suelen realizarse en el locus de caza para no acarrear la carcasa, pues actualmente no suele consumirse la carne. Después de esta etapa, el cuero se seca durante varios días (dependiendo del clima), colocado en armazones de metal. Los cueros pueden almacenarse unos días antes de venderse. Si la presa va a consumirse, se desposta: se cortan las extremidades inferiores (patas y manos); en caso de que no se lo haya realizado durante el cuereado, se separa la cabeza (que generalmente no se consume) y se corta la cola en las primeras vértebras caudales. A continuación, se eviscera la presa. Según la modalidad de cocción, se troza en porciones o se mantiene entera. Los últimos dos momentos en esta secuencia son la cocción y el consumo.

Interpretación del registro arqueofaunístico de M. coypus

Este estudio actualístico permitió generar hipótesis sobre la explotación de esta especie y sobre algunos aspectos sociales, económicos y tecnológicos involucrados en la misma. En particular, se resalta la información sobre: a) aspectos relacionados con la formación y modificación del registro material durante una partida de caza[10], b) cuestiones relacionadas con la actividad cinegética, que no tienen correlato material directo.

a) En las últimas décadas, los restos arqueofaunísticos de especies pequeñas adquieren relevancia en la interpretación de las estrategias económicas (González, 2005; Quintana, 2005; Quintana y Mazzanti, 2011 Salemme et al., 2012, entre otros). Paralelamente, cobraron gran importancia los estudios actualísticos y etnoarqueológicos dirigidos a comprender el aprovechamiento de recursos de porte menor y las distintas causas de la incorporación de sus restos al registro arqueológico (Yellen, 1991; Politis, 2007; Lloveras et al., 2009; Escosteguy, 2011, entre otros).

La información obtenida del trabajo con nutrieros contribuye en cierta medida a la interpretación del registro arqueológico. La participación en la partida de caza, junto a los datos obtenidos en procesamientos experimentales de carcasas (Escosteguy y Vigna 2010), demuestra la secuencia de aprovechamiento del coipo. Para comprender los procesos que generan el registro arqueológico, es más factible emplear estos datos que aplicar alguno de los aspectos intangibles registrados. No obstante, con frecuencia ambos aspectos se solapan e influyen mutuamente.

Durante las experiencias actualísticas se registró el procesamiento de las presas atendiendo la secuencia en que se producen las evidencias, donde se destaca que mesomamíferos como el coipo no requieren un trozamiento primario para el transporte. Esto coincide con lo demostrado en numerosos trabajos etnoarqueológicos con presas de tamaño pequeño y mediano-pequeño, que también suelen ser cocinadas de forma completa (Yellen, 1991; Kent, 1993; Politis, 2007; González-Ruibal et al., 2011, entre otros). La información adquirida de los nutrieros y de otros casos etnográficos permitiría sostener el postulado de que las carcasas ingresaron de forma íntegra a los campamentos base de los cazadores-recolectores-pescadores de las áreas aquí estudiadas (González, 2005; Escosteguy et al., 2012).

Los nutrieros procesaron las presas de forma diferencial: después de la partida de caza, el cazador la despostó como si fuera a cocinarse asada cortando las extremidades distales, la cola y la cabeza y extrayendo las vísceras, modo de procesamiento que no suele dejar tantas huellas de corte. En cambio, en los eventos experimentales previos, la presa se despostó en porciones para cocinar en una olla. Su fragmentación progresiva produjo cortes y fracturas en porcentajes bajos.

En cuanto a las fracturas, se destacan aquellas producidas para romper los incisivos y no lastimar el cuero. Las fracturas o grietas craneales (en nasales, arcos cigomáticos) son producto del golpe contundente que se da a las presas en el cráneo. Ambas acciones fueron relatadas por los entrevistados, observadas durante la partida de caza (figuras 1A y 1B), y se documentaron en los eventos experimentales (Escosteguy y Vigna, 2010; Escosteguy, 2011). Las primeras fracturas serían consecuencia del aprovechamiento de uno de sus subproductos –el cuero–, mientras que las últimas reflejarían la modalidad de captura del coipo. Esta información actualística es útil para interpretar los patrones de fracturas craneales (especialmente, sector anterior de la mandíbula y el maxilar) y la alta proporción de fragmentos de dientes observados en los conjuntos arqueológicos estudiados. La información recopilada respecto al modo de dar muerte a las presas explicaría la alta fragmentación de cráneos en conjuntos arqueológicos; aunque el procesamiento diferencial de las carcasas, según la modalidad de cocción, también pudo generar el desecho diferencial del cráneo (al decapitar las presas). No obstante, tal como se ha planteado para el pasado (Escosteguy et al., 2012), las presas pudieron asarse y consumirse íntegras, pues a partir del análisis de las huellas de corte se interpretó el consumo de lengua y seso.

Con base en lo registrado en la partida de caza, al igual que en las experimentaciones (Escosteguy y Vigna, 2010), se podría sostener como posible explicación que el cuereo implica acciones en zonas anatómicas con poca cantidad de masa muscular, contribuyendo a una mayor incidencia de huellas. No obstante, la ausencia de cortes en el ejemplar de la partida podría estar relacionada con la pericia del cazador, el empleo de su instrumental habitual –cuchillo de metal– y la edad de la presa, ya que, por ser juvenil, pudieron evitarse algunos cortes (por ejemplo, al separar el cuero en el cráneo). En cambio, no se registraron otras huellas como las generadas por la desarticulación o la preparación de la carcasa para su consumo, tal como fueron registradas en las experimentaciones (Escosteguy y Vigna, 2010). En este sentido, varios autores destacan que para consumir presas pequeñas no es necesario pasar por todas las etapas de procesamiento sugeridas para recursos de mayor porte (Yellen, 1991; Lloveras et al., 2009; Quintana y Mazzanti, 2011; Salemme et al., 2012, entre otros); además, para procesar pequeños vertebrados pocas veces se requiere el empleo intensivo de filos líticos, que explica la ausencia o la escasez de huellas (Stahl, 1996; González, 2005; Lloveras et al., 2009). Su procesamiento puede incluir cierta variabilidad, donde las acciones no están restringidas a las articulaciones ni se encuentran condicionadas por el uso de filos líticos (Quintana, 2005). En la partida de caza, el cazador empleó sus manos en muchas acciones evitando usar el cuchillo. En las experimentaciones realizadas también se destacó este accionar entre los operadores (Escosteguy y Vigna, 2010).

La ausencia de huellas de corte durante el procesamiento posterior a la partida de caza, y la baja proporción registrada en los eventos experimentales, son datos congruentes con los bajos porcentajes documentados en restos arqueofaunísticos de esta especie (véase la tabla 1). Por otra parte, la habilidad del operador tiene consecuencias importantes en la generación de huellas y su disposición, tal cual se sostiene para las secuencias experimentales (Escosteguy y Vigna, 2010), y que fue registrado por otros autores (Domínguez-Rodrigo, 2008; Lloveras et al., 2009, entre otros). De la partida de caza se destaca la experticia del cazador en la manipulación de presas, aunque quedará para el futuro contrastar esta hipótesis realizando nuevas experiencias.

b) En cuanto a los aspectos intangibles, este análisis muestra que los hombres se vinculan con su entorno natural, especialmente con los animales, de diversas formas, que no se limitan a la relación de predador-presa. En el caso de los nutrieros, la caza no es exclusivamente una práctica extractiva, pues continúa involucrando aspectos sociales, aun en la actualidad, en que están insertos en el mundo capitalista. Por ejemplo, la adopción como mascota de una especie que es presa habitual, cambiándole su estatus e incluso humanizando algunos de sus rasgos; establecer relaciones de camaradería entre cazadores distinguiéndose como grupo con sus propias pautas y su propio vocabulario; disponer situaciones y relaciones de enseñanza-aprendizaje, donde frecuentemente se excluye lo femenino, son aspectos no reflejados en el registro arqueológico.

Una cuestión que podría interpretarse es el conocimiento –tanto del ambiente como de la biología y etología de las presas– en la selección de presas adultas, lo cual surge del registro arqueofaunístico. Gracias al conocimiento del paisaje, los cazadores-recolectores que ocuparon los sitios pudieron desarrollar diversas estrategias implementando distintas armas, según el ambiente donde se capturaran las presas. Así, las armas de mano pudieron ser utilizadas para obtener estos roedores cuando los mismos estaban próximos (Vigna et al., 2014). En el caso de las relaciones de género[11], su aplicación a contextos del pasado resulta compleja. Sobre ello puede decirse que la captura del coipo no exige grandes requerimientos tecnológicos o físicos (para el cazador), por lo que tanto las mujeres como los jóvenes pudieron haber realizado la actividad.

El aspecto de las modalidades de enseñanza no pudo considerarse desde el registro zooarqueológico, aunque en los conjuntos artefactuales de la Depresión del Salado se postuló la presencia de aprendices, a partir de la decoración de tiestos de alfarería (González y Frère, 2009). Esta relación de enseñanza-aprendizaje, podría extenderse hacia la actividad de caza de presas menores, que no son peligrosas y habitan cerca de los asentamientos.

Por otro lado, distintas relaciones pueden entablarse entre el hombre y los animales (más allá de presa-predador), aunque es muy difícil trasladar esta concepción al registro arqueofaunístico y aseverar la presencia de mascotas. Sin embargo, existen ejemplos en numerosos sitios de la región pampeana que demuestran que el hombre prehispánico entabló diversos vínculos con los animales[12] (Berón, 2010), particularmente los establecidos en el plano simbólico, por lo cual la cría de mascotas de coipo pudo haber ocurrido tal cual se registra en grupos amazónicos.

Consideraciones finales

El trabajo realizado con nutrieros y otras personas vinculadas con la caza de coipo, y que desarrollan su actividad en combinación con otras prácticas en el contexto de un mundo capitalista globalizado, permitió observar múltiples facetas de la actividad nutriera. Estos aspectos demuestran la complejidad de una práctica aparentemente realizada para sostener una necesidad biológica fundamental (la alimentación), pero donde además se explicitan factores sociales e ideacionales íntimamente relacionados, que se conjugan en la vida de esta sociedad actual, y seguramente en las sociedades cazadoras-recolectoras.

Asimismo, la información obtenida ofreció valiosos datos, útiles en el momento de interpretar los restos arqueológicos de coipo, para contrastar muchas de las hipótesis postuladas y generar nuevos postulados sobre la explotación de este roedor por parte de los grupos cazadores-recolectores-pescadores que habitaron dos áreas de la región pampeana argentina.

Agradecimientos

Las doctoras Mónica Salemme, Virginia Salerno y María Isabel González realizaron comentarios, sugerencias y lecturas de una versión previa, que enriquecieron este trabajo. Se agradece a la Lic. Paula Granda por la traducción del resumen.

Referencias

1. Berón, Mónica. 2010. Vínculo ritual entre el perro doméstico y el hombre en sociedades de cazadores-recolectores de la Pampa occidental. En Zooarqueología a principios del siglo XXI, eds. María Gutierrez, Mariana De Nigris, Pablo Fernández, Miguel Giardina, Adolfo Gil, Andrés Izeta, Gustavo Neme y Hugo Yacobaccio, pp. 543-550. Ayacucho. Ediciones del Espinillo.

2. Bó, Roberto, Gustavo Porini, María José Corriale y Santiago Arias. 2006. Proyecto Nutria. Estudios ecológicos básicos para el manejo sustentable de Myocastor coypus en la Argentina. En Manejo de fauna silvestre en la Argentina. Programa de Uso Sustentable, eds. María Bolkovic y Daniel Ramadori, pp. 93-104. Buenos Aires, Dirección de Fauna Silvestre, Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable.

3. Bó, Roberto y Ana Inés Malvárez. 1999. Las inundaciones y la biodiversidad en humedales. Un análisis del efecto de eventos extremos sobre la fauna silvestre. En Tópicos sobre humedales subtropicales y templados de Sudamérica, ed. Ana Inés Malvárez, pp. 147-68. Montevideo. MAB-ORCYT.

4. Bock, John. 2005. What makes a competent adult forager? En Hunter-gatherer childhoods, eds. Barry Hewlett y Michael Lamb, pp. 109-128. Nueva Jersey, Transaction Publishers.

5. Domínguez-Rodrigo, Manuel. 2008. Conceptual premises in experimental design and their bearing on the use of analogy: An example from experiments on cut marks. World Archaeology 40 (1), pp. 67-82.

6. Erikson, Philippe. 2000. The social significance of pet-keeping among Amazonian. En Companion animals and us. Exploring the relationships between people and pets, eds. Anthony Podberscek, Elizabeth Paul y James Serpell, pp. 7-26. Cambridge, University Press Cambridge.

7. Escosteguy, Paula. 2011. Etnoarqueología de nutrieros. Una propuesta metodológica aplicada al registro arqueológico de la Depresión del Salado y del Noreste de la provincia de Buenos Aires. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Argentina. Tesis Doctoral, Área Arqueología. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Buenos Aires.

8. Escosteguy, Paula, Mónica Salemme y María Isabel González. 2012. Myocastor coypus (“coipo”, Rodentia, Mammalia) como recurso en los humedales de la Pampa bonaerense: patrones de explotación, Revista del Museo de Antropología 5, pp. 13-30.

9. Escosteguy, Paula y Virginia Salerno. 2008-2009. La caza de coipo. Su importancia económica y social desde momentos prehispánicos hasta la actualidad. Anales de Arqueología y Etnología 63-64, pp. 277-303.

10. Escosteguy, Paula y Mariana Vigna. 2010. Experimentación en el procesamiento de Myocastor coypus. En Mamül Mapu: pasado y presente desde la arqueología pampeana, eds. Mónica Berón, Leandro Luna, Mariano Bonomo, Claudia Montalvo, Claudia Aranda y Manuel Carrera Aizpitarte, tomo I, pp. 293-307. Ayacucho, Editorial Libros del Espinillo.

11. González, María Isabel. 2005. Arqueología de alfareros, cazadores y pescadores pampeanos. Buenos Aires, Sociedad Argentina de Antropología.

12. González, María Isabel y María Magdalena Frère. 2009. Talares y paisaje fluvial bonaerense: arqueología del río Salado. Intersecciones en Antropología 10, pp. 249-265.

13. González-Ruibal, Alfredo, Hernando Almudena y Gustavo Politis. 2011. Ontology of the self and material culture: Arrow-making among the Awá hunter-gatherers (Brazil). Journal of Anthropological Archaeology 30 (1), pp. 1-16.

14. Hernando, Almudena, Gustavo Politis, Alfredo González-Ruibal y Elizabeth Beserra Coelho. 2011. Gender, power and mobility among the Awá-Guajá (Maranhão, Brazil). Journal of Anthropological Research 67 (2), pp. 189-211.

15. Kent, Susan. 1993. Variability in faunal assemblages: The influence in hunting skill, sharing, dogs, and mode of cooking on faunal remains at a sedentary Kalahari community. Journal of Anthropological Archaeology 12, pp. 323-385.

16. Lloveras, Lluís, Marta Moreno-García y Jordi Nadal. 2009. Butchery, cooking and human consumption marks on rabbit (Oryctolagus cuniculus) bones: An experimental study. Journal of Taphonomy 7 (2-3), pp. 179-201.

17. Lupo, Karen y Dave Schmitt. 2002. Upper Paleolithic net-hunting, small prey exploitation and women’s work effort: A view from the ethnographic and ethnoarchaeological record of the Congo Basin. Journal of Archaeological Method and Theory 9, pp. 147-179.

18. MacDonald, Katharine. 2007. Cross-cultural comparison of learning in human hunting. Implications for life history evolution. Human Nature 18, pp. 386-402.

19. Politis, Gustavo. 2007. Nukak. Ethnoarchaeology of an Amazonian People. Walnut Creek, Left Coast Press.

20. Politis, Gustavo. 1998. Arqueología de la infancia: una perspectiva etnoarqueológica. Trabajos de Prehistoria 55 (2), pp. 5-19.

21. Politis, Gustavo y Nicholas Saunders. 2002. Archaeological correlates of ideological activity: food taboos and spirit-animals in an Amazonian hunter-gatherer society. En Consuming passions: Archaeological studies of material culture, eds. Preston Miracle y Nicky Milner, pp. 113-130. Cambridge, McDonald Institute.

22. Quintana, Carlos. 2005. Despiece de microroedores en el Holoceno tardío de las Sierras de Tandilia (Argentina). Archaeofauna 17, pp. 227-241.

23. Quintana, Carlos y Diana Mazzanti. 2011. Las vizcachas pampeanas (Lagostomus maximus, Rodentia) en la subsistencia indígena del Holoceno tardío de las Sierras de Tandilia Oriental (Argentina). Latin American Antiquity 22 (2), pp. 253-270.

24. Salemme, Mónica, Paula Escosteguy y Romina Frontini. 2012. La fauna de porte menor en sitios arqueológicos de la región pampeana, Argentina. Agente disturbador vs. recurso económico. Archaeofauna 21, pp. 151-173.

25. Sánchez Garrido, Roberto. 2006. De caza y cazadores. Las construcciones teóricas sobre la actividad cinegética actual a partir de los discursos de sus actores. Gazeta de Antropología 22, texto 22-18. Consultado el 10 de junio de 2009, en http://www.gazeta–antropologia.es/?p=2640

26. Serpell, James y Elizabeth Paul. 1994. Pets and the development of positive attitudes to animals. En Animals and human society. Changing perspectives, eds. Aubrey Manning y James Serpell, pp. 127-144. Londres/Nueva York, Routledge.

27. Stahl, Peter. 1996. The recovery and interpretation of microvertebrate bone assemblages from archaeological contexts. Journal of Archaeological Method and Theory 3 (1), pp. 31-75.

28. Vázquez García, Verónica y María Godínez Guevara. 2005. Cambio social y estatus masculino en la cacería indígena. Un estudio de caso del sureste veracruzano. Relaciones XXVI (103), pp. 134-167.

29. Vigna, Mariana, María Isabel González y Celeste Weitzel. 2014. Los cabezales líticos de la microrregión del río Salado bonaerense, Argentina. Diseños e historias de vida. Intersecciones en Antropología, en prensa.

30. Yellen, John. 1991. Small mammals: !Kung San utilization and the production of faunal assemblages. Journal of Anthropological Archaeology, 10, pp. 1-26.




[*] Este artículo corresponde a un segmento de la tesis doctoral “Etnoarqueología de nutrieros. Una propuesta metodológica aplicada al registro arqueológico de la Depresión del Salado y del Noreste de la provincia de Buenos Aires”, defendida en mayo de 2011. La misma estuvo subsidiada con becas de investigación otorgadas por Conicet y enmarcada en los proyectos UBACyT F026 y 2001–2014 01/W134 y PICT 2010 1517. «« Volver

[**] Doctora de la Universidad de Buenos Aires. Área Arqueología. Facultad de Filosofía y Letras. Buenos Aires. Becaria Postdoctoral de Conicet, Argentina. Correo electrónico: paueguy@hotmail.com «« Volver

[1] De aquí en adelante denominados LG1, LG4, LG5 y SR7. «« Volver

[2] Estos datos se presentaron con mayor detalle en González (2005), Escosteguy (2011), Escosteguy et al. (2012), entre otros. «« Volver

[3] Véase discusión en Escosteguy et al. (2012). «« Volver

[4] Se consultó a varios cazadores sobre la posibilidad de presenciar una de sus partidas de caza. La mayoría se mostró reticente sobre la perspectiva de que una mujer los acompañara. «« Volver

[5] Se plantea repetirla en próximas ocasiones para contrastar y comparar las observaciones. No obstante, los resultados preliminares aquí presentados ofrecen información relevante para la interpretación del registro arqueológico. «« Volver

[6] Por cuestiones de espacio, sólo se mencionan unos pocos ejemplos. A lo largo del texto se incluyen ejemplos entre comillas. La totalidad de categorías y vocabulario puede ser consultada en Escosteguy (2011). «« Volver

[7] Es en estas relaciones que se reproduce el prestigio de un individuo como “buen cazador” (Vázquez García y Godínez Guevara, 2005). «« Volver

[8] Los entrevistados diferencian a los verdaderos nutrieros, en muchos casos denominados con el término nutriador, de aquellos cazadores ocasionales; los nutrieros son reconocidos por su conocimiento, habilidad y experiencia en la caza. Asimismo, esta identificación se ve plasmada en diversos formatos folclóricos como canciones populares y payadas muy conocidas entre los cazadores (ver Escosteguy y Salerno, 2008-2009). «« Volver

[9] Algunas especies adoptadas como mascotas son: monos, perezosos, coatíes, pacas, agutíes, y algunas aves (Reichel-Dolmatoff, 1978, en Erikson, 2000; Politis, 2007). «« Volver

[10] Esta información puede considerarse junto a la obtenida en las experimentaciones realizadas (Escosteguy y Vigna, 2010). «« Volver

[11] El concepto de género recién surgió a mediados del siglo XX (Hernando et al., 2011). «« Volver

[12] Existen varios trabajos en la literatura arqueológica sobre domesticación de cánidos en la región pampeana que, por cuestiones de espacio, no pueden citarse. Este tema se trata con mayor detalle en Escosteguy (2011)

Comentarios

Entradas populares de este blog

La cuestión de las castas en América (1)

La Lengua Camiare