lunes, 7 de agosto de 2023

El péndulo de Foucault (fragmento) - Umberto Eco - cap. 30 R.C.

Y ya la famosa fraternidad de los Rosa-Cruces declara que por todo el universo 
circulan vaticinios delirantes. En efecto, tan pronto como ha aparecido ese 
fantasma (aun cuando Fama y Confessio prueben que se trata de una mera broma 
urdida por mentes ociosas), inmediatamente ha producido una esperanza de 
reforma universal, y ha provocado cosas en parte ridículas y absurdas, en parte 
increíbles. De esa manera, hombres probos y honestos de diversos países se han 
expuesto al escarnio y la burla por haber comunicado su amplio patrocinio, o por 
estimar que hubieran podido presentarse ante estos hermanos... a través del 
Espejo de Salomón o por algún otro medio secreto. 
(Christoph von sesold (?), Apéndice a Tommaso Campanella, Von der Spanischen 
MonarchK 1623) 



Después venía lo mejor, y cuando Amparo regresó estaba ya en condiciones de 
anticiparle historias prodigiosas. 
--Es increíble. Los manifiestos se publican en una época en que este tipo de textos 
proliferaban, todos buscan un cambio, un siglo de oro, un país de Jauja del espíritu. Unos 
hojean frenéticamente los libros de magia, otros hacen sudar los hornillos elaborando 
metales, otros tratan de dominar las estrellas, otros inventan alfabetos secretos y lenguas 
universales. En Praga, Rodolfo II transforma la corte en un laboratorio alquímico, invita a 
Comenio y a John Dee, el astrólogo de la corte de Inglaterra que había revelado todos los 
secretos del cosmos en las pocas paginitas de una Monas lerogliphica, que no tiene nada 
que ver con las simias del Nilo, ya que monas significa mónada. 
--Ajá. 
--El médico de Rodolfo II es ese Michael Maier que escribe un libro de emblemas visuales 
y musicales, la Atalanta Fugiens, un festín de huevos filosofales, dragones que se 
muerden la cola, esfinges, nada es más luminoso que la cifra secreta, todo es jeroglífico 
de algo. ¿Te das cuenta? 
Galileo tira piedras desde la Torre de Pisa, Richelieu juega al Monopoli con media 
Europa, y aquí todos van y vienen con los ojos fuera de las órbitas tratando de leer las 
signaturas del mundo: menudo cuento, qué caída de los graves ni qué ocho cuartos, aquí 
abajo (más bien, allá arriba) hay algo muy distinto. Ahora os lo digo: abracadabra. 
Torricelli construía el barómetro y aquellos se dedicaban a organizar ballets, juegos de 
agua y fuegos artificiales en el Hortus Palatinus de Heidelberg. Y pensar que estaba a 
punto de estallar la guerra de los treinta años. 
--Lo contenta que estaría Madre Coraje. 
--Pero no creas que siempre estaban divirtiéndose. En el diecinueve, el elector palatino 
acepta la corona de Bohemia, creo que lo hace porque se muere de ganas de reinar 
sobre Praga, ciudad mágica, y en cambio, un año después los Habsburgo lo cercan en la 
Montaña Blanca; en Praga hacen una matanza de protestantes, a Comenio le queman la 
casa, la biblioteca, le matan a la mujer y al hijo, y él va huyendo de una corte a otra sin 
dejar de repetir cuán grande y esperanzadora era la idea de los rosacruces. 
--También el pobrecillo... ¿Querías que se consolara con el barómetro? 
Pero espera un momento, ya sabes que las mujeres somos un poco lentas: ¿quién 
escribió los manifiestos? 
--Ahí está el quid, no se sabe. Déjame que piense, ráscame la rosacruz... no, entre los 
omóplatos, no, más arriba, no, más a la izquierda, eso, ahí. 
Bueno, en ese ambiente alemán hay personajes increíbles. Mira, un Simon Studion que 
escribe la Naometria, un tratado oculto sobre las medidas del Templo de Salomón, un 
Heinrich Khunrath que escribe un Amphitheatrumásapientiae aeternae, lleno de alegorías 
con alfabetos hebreos, y cavernas cabalistas que deben de haber inspirado a los autores 
de la Fama. Es probable que éstos fueran miembros de uno de esos diez mil 
conventículos de utopistas del renacimiento cristiano. Lo que se dice es que el autor fue 
un tal Johann Valentin Andreae, que al año siguiente publicaría Las bodas químicas de 
Christian Rosencreutz, aunque lo había escrito en su juventud, de modo que hacía tiempo 
que la idea de los rosacruces le rondaba por la cabeza. Pero en torno a él, en Tubinga, 
había otros entusiastas, soñaban con la república de Cristianópolis, es probable que se 
hayan juntado todos. Parece que lo hicieran por broma, como un juego, ni se les pasó por 
la mente que podían crear ese pandemónium. Andreae pasará el resto de su vida jurando 
que no era él quien había escrito los manifiestos, que de todas formas sólo se había 
tratado de un lusus, un ludibrium, una broma de estudiantes, se juega su reputación 
académica, se enfada dice que los rosacruces, suponiendo que existan, son todos unos 
impostores. Pero nada. Tan pronto como se publican los manifiestos, da la impresión de 
que la gente no esperara otra cosa. Los sabios de toda Europa escriben realmente a los 
rosacruces, y como no saben dónde encontrarles hacen imprimir cartas abiertas, 
opúsculos, libros. Maier, ese mismo año, publica un Arcana arcanissima donde no 
nombra a los rosacruces, pero todos están convencidos de que habla de ellos, y de que 
sabe más de lo que está dispuesto a decir. Algunos se jactan de haber leído la Fama 
antes de que se publicara. No creo que en aquella época fuera tan fácil preparar un libro, 
que además podía llevar grabados, pero ya en 1616 Robert Fludd (que escribe en 
Inglaterra pero imprime en Leyden, conque suma el tiempo de los viajes de las galeradas) 
pone en circulación una Apologia compendiaria Fraternitatem de Rosea Cruce suspicionis 
et infamiis maculis aspersam, veritatem quAsí Fluctibus abluens et abstergens, para 
defender a los rosacruces y librarles de toda sospecha, de las “manchas” con que les han 
gratificado; y esto significa que por entonces ya estaba arreciando el debate entre 
Bohemia, Alemania, Inglaterra, Holanda, todo con correos a caballo y eruditos itinerantes. 
--¿Y los rosacruces? 
--Silencio sepulcral. Post ciento veinte años patebo un cuerno. Observan desde la nada 
de su palacio. Creo que fue precisamente su silencio el que excitó los ánimos. Si no 
responden, quiere decir que realmente existen. En 1617 Fludd escribe un Tractatus 
apologeticus integritatemásocietatis de Rosea Cruce defendens, y en un De naturae 
secretis, del 1618, dice que ha llegado el momento de revelar el secreto de los 
rosacruces. 
--Y lo revela. 
--Figúrate. Lo complica. Porque descubre que si a 1618 se le restan los 188 años 
prometidos por los rosacruces se obtiene 1430, que es el año en que se establece la 
orden del Toisón de Oro. 
--¿Y qué tiene que ver? 
--Lo de los 188 años no lo entiendo, porque deberían ser 120, pero cuando se trata de 
restas y sumas místicas la cuenta siempre resulta. En cuanto al Toisón de Oro, es el 
Vellocino de Oro de los argonautas, y he sabido de fuente fidedigna que tiene algo que 
ver con el Santo Grial y por tanto, si me permites, también con los templarios. Pero eso 
no es todo. Entre 1617 y 1619, Fludd, que desde luego publicaba más que Barbara 
Cartland, hace imprimir otros cuatro libros, entre ellos una Utriusque cosmi historia, algo 
Así como noticias breves sobre el universo, ilustrado, todo rosa y cruz. Maier se lía la 
manta a la cabeza y publica su Silentium post clamores, donde afirma que la 
confraternidad existe y que no sólo está vinculada con el Toisón de Oro sino también con 
la Orden de la Jarretera. Sin embargo, aclara que él es una persona demasiado humilde 
como para ser admitido en ella. Ya te imaginarás, los sabios de Europa. Si no admiten ni 
siquiera a Maier, realmente ha de tratarse de algo exclusivo. Así que toda suerte de 
personajes de medio pelo se dedican a falsificar documentos para ser admitidos. Todos 
dicen que los rosacruces existen, todos confiesan que jamás los han visto, todos escriben 
con la intención de fijar una cita, de solicitar una audiencia, nadie tiene el descaro de decir 
soy un rosacruz, algunos dicen que no existen porque no han contactado con ellos, otros 
dicen que existen precisamente para ser contactados. 
--Y los rosacruces, mudos. 
--Como peces. 
--Abre la boca. Necesitas un poco de mamaia. 
--Deliciosa. Entretando empieza la guerra de los treinta años y Johann Valentin Andreae 
escribe una Turris Babel, donde asegura que al año siguiente ser derrotado el Anticristo, 
mientras un tal Ireneus Agnostus escribe un Tintinnabulumásophorum... 
--Qué bonito el tintinnabulum. 
--...donde no entiendo qué cuernos dice, pero lo cierto es que Campanella o quien hable 
en su nombre interviene en la Monarchia Spagnola y dice que toda la historia de los 
rosacruces es una broma urdida por mentes corruptas... Y después basta, entre 1621 y 
1623, paran todos. 
--¿Sin más? 
--Sin más. Se cansaron. Como los Beatles. Pero sólo en Alemania. Porque parece la 
historia de una nube tóxica. Se desplaza hacia Francia. Una hermosa mañana de 1623, 
en las paredes de París aparecen carteles rosacruces, que anuncian a los buenos 
ciudadanos que los diputados del colegio principal de la confraternidad se han trasladado 
allí y se disponen a abrir la inscripción. Pero según otra versión, los carteles dicen 
claramente que se trata de treinta y seis invisibles repartidos por el mundo en grupos de 
seis, y que tienen la facultad de hacer invisibles a sus adeptos... Ostras de nuevo los 
treinta y seis... 
--¿Cuáles? 
--Los de mi documento de los templarios. 
--Gente sin imaginación. ¿Y después? 
--Después se desata una locura colectiva, unos les defienden, otros quieren conocerles, 
otros les acusan de diabolismo, alquimia, herejía, con la participación de Astaroth para 
proveerles de riquezas, poder, permitirles volar de un sitio a otro, en suma, el escándalo 
del día. 
--Muy listos, los rosacruces. Nada como un lanzamiento en París para ponerse de moda. 
--Pues no vas descaminada; porque mira lo que sucede, madre mía qué época. 
Descartes, sí, él mismo, había estado unos años antes en Alemania y los había buscado, 
pero su biógrafo dice que no los había encontrado porque, como ya sabemos, celaban su 
identidad bajo falsos nombres. Cuando regresa a París, después de que aparezcan los 
carteles, se entera de que todos le consideran rosacruz. Con los tiempos que corrían no 
era una buena reputación, y también le sentaba fatal a su amigo Mersenne, que ya 
estaba tronando contra los rosacruces, tachándoles de miserables, subversivos, magos, 
cabalistas, dedicados a difundir doctrinas perversas. ¿Y qué hace entonces Descartes? 
Se exhibe por todas partes. Y puesto que todos le ven, y eso es innegable, es señal de 
que no es invisible, y por tanto no es rosacruz. 
--Eso es método. 
--Ya lo creo, porque con negarlo no bastaba. A esas alturas, si alguien se presentaba y 
decía buenas noches, soy un rosacruz, seguro que no lo era. El rosacruz que respeta no 
lo dice. más aún, lo niega a voz en grito. 
--Pero tampoco puede decirse que quien afirma que no es rosacruz lo sea, porque yo 
digo que no lo soy y no por ello lo soy. 
--Pero el hecho de negarlo ya permite sospechar. 
--No. Porque, ¿qué hace el rosacruz cuando ha comprendido que la gente no cree a 
quien dice serlo y sospecha de quien dice que no lo es? 
Pues empieza a decir que lo es para que crean que no lo es. 
--Rayos. ¡Entonces a partir de ese momento todos los que dicen que son rosacruces 
mienten, o sea que realmente lo son! 
--Ah, no, no, Amparo, no caigamos en su trampa. Tienen espías en todas partes, incluso 
debajo de esta cama, y por tanto ya saben que sabemos. Por tanto dicen que no lo son. 
--Amor mío, ahora tengo miedo. 
--Tranquila, amor mío, que aquí estoy yo que soy estúpido, cuando digan que no lo son, 
voy y creo que lo son, así los desenmascaro en seguida. 
El rosacruz desenmascarado se vuelve inocuo, y se le puede expulsar por la ventana 
agitando el periódico. 
--¿Y Aglie? Trata de hacernos creer que es el conde de Saint-Germain. 
Sin duda, para que pensemos que no lo es. Por tanto, es rosacruz. ¿O no? 
--Oye Amparo, ¿Y si durmiésemos? 
--Ah, no, ahora quiero oír el final. 
--Reblandecimiento mental colectivo. Todos rosacruces. En el veintisiete, aparece la 
Nueva Atlántida de Bacon y los lectores piensan que hablaba del país de los rosacruces, 
aunque no los nombrara jamás. El pobre Johann Valentin Andreae muere jurando y 
perjurando que no ha sido él o que, si había sido él, sólo se había tratado de una broma, 
pero ahora ya no hay nada que hacer. Aprovechando el hecho de que no existen, los 
rosacruces están en todas partes. 
--Como Dios. 
--Ahora que lo dices... Veamos, Mateo, Lucas, Marcos y Juan son una banda de 
juerguistas que se reúnen en alguna parte y deciden hacer una apuesta, se inventan un 
personaje, se ponen de acuerdo acerca de unos pocos hechos esenciales y el resto que 
se lo monte cada uno, después se verá quién lo ha hecho mejor, más tarde los cuatro 
relatos caen en manos de los amigos, que comienzan a pontificar, Mateo es bastante 
realista, pero insiste demasiado en esa historia del Mesías, Marcos no está mal, pero es 
un poco caótico, Lucas es elegante, eso no puede negarse, Juan se pasa con la 
filosofía... pero, bueno, los libros gustan, pasan de mano en mano, y cuando los cuatro se 
dan cuenta de lo que está sucediendo, ya es demasiado tarde, Pablo ya ha encontrado a 
Jesús en el camino de Damasco, Plinio inicia su investigación por orden del preocupado 
emperador, una legión de apócrifos fingen que también ellos están en el ajo... toi, 
apocryphe lecteur, mon semblable, mon frere... A Pedro se le sube el triunfo a la cabeza, 
se toma en serio, Juan amenaza con decir la verdad, Pedro y Pablo le hacen apresar, le 
encadenan en la isla de Patmos, y el pobrecillo empieza a desbarrar, ve a las langostas 
en la cabecera de la cama, que se callen esas trompetas, de dónde sale toda esta 
sangre... Y los otros van diciendo que bebe, la arterioesclerosis ya sabe... ¿Y si 
realmente hubiera sido así? 
--Fue así. A ver si lees a Feuerbach en lugar de estos libracos. 
--Amparo, está amaneciendo. 
--Estamos locos. 
--La aurora de rosacruciales dedos acaricia suavemente las olas... 
--Sí, más. Es Yemanjá, escucha, está llegando. 
--Hazme ludibrios... 
--¡Oh, el Tintinnabulum! 
--Eres mi Atalanta Fugiens... 
--Oh, la Turris Babel... 
--Quiero los Arcana Arcanissima, el Vellocino de Oro, pálido y rosa como una concha 
marina... 
--Sss... Silentium post clamores --dijo.


*-*

No hay comentarios:

Publicar un comentario