martes, 1 de agosto de 2023

Los Cátaros - Sobre la cruzada de los niños

“¿Es ésto un milagro?, concluye, ¿ha llegado el fin de los tiempos?… instrúyeme, Señor, porque no sé, ellos son inocentes: Y yo, Inocencio, no sé…”.




LA CRUZADA DE LOS NIÑOS

París, 1212
La cruzada de los niños.
Llevaba el papa Inocencio III catorce años en el trono pontificio cuando en el 1212 le llegaron noticias inquietantes sobre un nuevo movimiento popular inspirado en el espíritu de las Cruzadas. Esta vez estaba protagonizado por miles de peregrinos, en su mayoría niños, que pretendían liberar por su cuenta Jerusalén, la ciudad santa que Saladino había arrebatado a los cristianos en 1187. A los diferentes protagonistas o testigos de esta extraña aventura les dió voz Marcel Schwob en 1896 en una serie de apuntes poéticos que tituló La cruzada de los niños. En uno de ellos. Inocencio se muestra angustiado en su diálogo solitario con Dios “lejos del incienso y las casullas”. Se siente viejo aunque apenas ha cumplido los cincuenta y tiene muy presente en su ánimo la cruzada que él mismo convocó al poco de ser elevado al papado y acabó en el violento asedio y destrucción de Constantinopla, la infame cuarta cruzada de 1202-1204. La que ha desencadenado en 1209 para aplastar la herejía albigense en el sur de Francia, por su parte, sólo ha causado por el momento confusión y matanzas entre cristianos. La iglesia no ha autorizado esta última cruzada de los niños: “hay grandísimos crímenes. Nosotros podemos darles la absolución. Hay grandísimas herejías. Nosotros debemos castigarlas despiadadamente”. Pero no sabe si los crímenes “pertenecen al pomposo dominio de mi papado o al pequeño círculo de luz en el que un anciano une simplemente sus manos”. Los niños son más de siete mil, le dicen ermitaños y clérigos errantes, “y no sé por qué sortilegio…han sido sacados fuera de sus casas”. Le recuerdan, en bello anacronismo, lo que sucedió en el pueblo de Hamelín en Alemania mucho más tarde, allá por el año 1286, cuando un misterioso flautista sedujo e hizo desaparecer a ciento cincuenta niños. “¿Es ésto un milagro?, concluye, ¿ha llegado el fin de los tiempos?… instrúyeme, Señor, porque no sé, ellos son inocentes: Y yo, Inocencio, no sé…”.


Vallotton, Félix: retrato de Marcel Schwob, 1898
Hechos tan antiguos, perdidos en las brumas medievales, se prestan a la fantasía literaria., que los convierte en leyendas. La cruzada de los niños se construyó con unos pocos datos que han revelado cronistas y testigos, apuntes parciales de monjes que vieron pasar por sus monasterios esta peregrinación o levantamiento popular, que de ambas maneras se puede interpretar. Los hechos tuvieron lugar en la primavera y el verano del  año 1212. En las cercanía de París un joven llamado Esteban proclama que ha recibido una carta de la mano de Dios y quiere entregarla al rey Felipe Augusto. En ella se le ordena que reúna un ejército de niños y viaje al sur para liberar a Jerusalén. Partiendo de la abadía de San Dionisio inician el viaje al que se le unen niños y adultos, incluso clérigos salidos de los campos y de los pueblos. LLegados a Marsella comprueban que las aguas no se han abierto para darles paso como Dios había tenido a bien hacer con Moisés en el mar Rojo. Embarcan en naves de los comerciantes locales y perecen en el mar o bien, según otras versiones, llegan a Egipto y son vendidos como esclavos. Alguno sobrevivió para contarlo muchos años después. Por las mismas fechas, apareció en Alemania otro un niño-profeta, de nombre Nicolás, que desde la ciudad de Colonia arrastró a una muchedumbre de peregrinos hacia el sur, con objeto de llegar al Levante y convertir a los infieles. También ellos desaparecieron, ahogados en el mar, o bien muertos de hambre y violencia cuando, decepcionados, tuvieron que iniciar el viaje de vuelta a sus hogares.


Urbano II anuncia la primera Cruzada, 1096
Esta historia tan extraordinaria fue reconstruida por un monje cisterciense, Alberico de Trois-Fontaines, dieciocho años después de los hechos. Contiene exageraciones e incongruencias que han denunciado los historiadores, pero en lo básico refleja un movimiento que debió tener lugar en la realidad. No fue el único. Tenía antecedentes bien documentados: varios casos de locos o pillos que aprovechaban el furor religioso de las masas depauperadas en busca de un desahogo a sus inquietudes y a los temores del milenio. En torno al año de los hechos, 1212, se estaba consolidando un primer renacimiento económico que prendió en el norte de Francia. Se desarrolló la agricultura y una industria incipiente, se enriquecieron las ciudades, favorecidas por la monarquía en su pugna con los nobles terratenientes y, en consecuencia, aumentó explosivamente la población. Los desposeídos de este crecimiento que hay que suponer fue desordenado y caótico estaban siempre dispuestos a salir a los campos y dejarse embaucar en una causa que les daría la salvación eterna, ya que no consuelo en esta vida. Recordemos que cuando en el año 1096 el papa Urbano II convocó a los nobles a una primera Cruzada para auxiliar al emperador de Bizancio asediado por los turcos, un espontáneo llamado Pedro el Eremita tomó por su cuenta la iniciativa y reclutó todo un ejército de pobres que arrasaron a su paso el centro de Europa en su peregrinación hacia Constantinopla. Y este fenómeno de los levantamientos de los más humildes siguió apareciendo de vez en cuando por muchos años. Es conocida la revuelta de los pastores que, capitaneados por un misterioso “maestro de Hungría”, marcharon en 1251 hacia el sur para liberar a San Luis, el rey francés que se había lanzado en la séptima Cruzada y estaba prisionero de los infieles en Palestina. Tuvieron el apoyo inicial de la reina, Blanca de Castilla, pero acabaron convirtiéndose en una rebelión popular en toda regla, una jacquerie que causó pánico y destrucción en todo el norte de Francia, desde París a Bourges, donde los amotinados, a falta de infieles sarracenos, masacraron a los judíos y destruyeron sus sinagogas.


Gustave Doré: la cruzada de los niños, 1892
Algo parecido a lo que cuentan las crónicas sobre el 1251 pudo tener lugar en el reinado de Inocencio III. La llamada cruzada de los niños, desde luego, no era tal en el sentido técnico, ya que no había sido convocada por el papa, como las anteriores, a través de una Bula, como era preceptivo para marcar finalidades y condiciones, con las indulgencias de las que podrían gozar quienes perecieran en combate arrepentidos de sus pecados. Se trató de un movimiento espontáneo y probablemente no fue protagonizado por niños únicamente. Un estudioso, Peter Raedts, sugirió en 1982 que la denominación tradicional de pueri no se refería exactamente a niños, sino que era una forma indirecta de mencionar a los pobres. La iglesia, acusada de opulencia y corrupción, no consideraba correcto políticamente que fueran los pobres quienes consiguieran en Tierra Santa, con sus anárquicas cruzadas, teñidas además de anticlericalismo, lo que los nobles y los obispos no habían cumplido con sus ejércitos. No faltan tampoco interpretaciones psicológicas a la hora de explicar esta leyenda, en el contexto de una patológica emotividad religiosa provocada por la continua predicación de las cruzadas oficiales. La atribución a niños de la iniciativa, siempre precedidas de un encargo expreso de Dios o la Virgen María, es relacionada también con la veneración de los Santos Inocentes, que se extendió en la Edad Media como culto a la infancia, cuando los niños o adolescentes fueron obligados a participar en la construcción de las grandes catedrales bajo autoridad eclesiástica. Con la atribución posterior a niños, que encima acabaron sufriendo martirio, se lograba un doble objetivo: mover a compasión y a piedad por el sacrificio de estos pobres y, de paso, disuadir, como provocados por el demonio, posibles llamamientos para este tipo de procesiones masivas que solían acabar en la desestabilización social y en la anarquía.


Signol, Émile: los cruzados toman Jerusalén, 1847
Desde luego, el reinado de Inocencio III estuvo marcado por la decidida orientación militar de la Iglesia, una política de Cruzada basada en preceptos teológicos combinados con una fuerte motivación moral y pastoral, la reafirmación de la autoridad papal frente a los poderes civiles emergentes y una organización burocrática más depurada que la que presidió anteriores intentos, desde la primera cruzada a la quinta. Esta última, fracasada como todas las demás salvo la primera, comenzó a planearse en 1213 y se llevó a cabo a partir de 1215. Un año antes, precisamente en el año de la cruzada de los niños, el avance de los almohades en el sur de España dió lugar a una cruzada sui generis, convocada por bula oficial, a favor de los reinos españoles deseosos de atraer ejércitos de nobles desde el sur de Francia como apoyo a la Reconquista. La victoria decisiva en las Navas de Tolosa en 1012 fue el resultado de este esfuerzo. No tanto éxito estaba teniendo la Cruzada muy particular que antes mencioné, convocada por el propio Inocencio III en 1209 contra una herejía que se había propagado por el sur de Francia y también por Lombardía y algunas regiones de Alemania. Como tenía su centro en la ciudad de Albi, sus adictos fueron llamados albigenses, cátaros según la denominación basada en la palabra griega katharos, limpio o puro. Esta herejía venía de muy atras y la iglesia había intentado erradicarla en múltiples concilios desde principio del siglo XII, empezando por uno celebrado en Tours en 1163 y otro parecido que lo intentó sin éxito en 1179, el tercer concilio de Letrán. Los intentos de Inocencio III para resolver el conflicto diplomáticamente se estrellaron con el asesinato en 1208 de su legado personal Pere de Castellnou. Entonces el papa tomó la decisión sin precedentes de lanzar una cruzada contra cristianos, con características similares a las que habían sido decretadas para liberar Jerusalén: indulgencias plenarias, derecho portar la insignia de la cruz y a conquistar las tierras propiedad de los herejes, etc. Estos herejes fueron presentados como enemigos de la Iglesia más peligrosos aún que los infieles musulmanes, ya que habían traicionado a Cristo. La guerra que se les hacía, por tanto, era no sólo “santa” sino además “justa” según los cánones de los clásicos y de los teólogos escolásticos.


Inocencio III excomulgando a los cátaros (Cronique de Saint Dénis, ca. 1340)
La cruzada comenzó con grandes éxitos y una violencia inaudita, como se demostró en el asedio y destrucción de la ciudad de Béziers en 2209, donde fueron asesinados todos los habitantes, fueran o no cátaros: “ya Dios distinguirá en el cielo”, según dicen que comentó el obispo que comandaba las fuerzas pontificias. Carcassonne cayó pocos meses después y las victorias se sucedieron durante los cuatro años siguientes. En 1216 se produjo una fuerte reacción del sur frente a la Cruzada, alentada probablemente por la intervención del rey de Francia, Felipe II Augusto. En guerra por aquellos años con Inglaterra y con el norte de Alemania, el monarca francés consideraba que la iniciativa papal era inoportuna, ya que le privaba de la fuerza de parte de sus nobles contra sus enemigos del norte. Además, no veía con buenos ojos que la bula papal concediera en feudo a los cruzados las tierras confiscadas a los nobles terratenientes del Languedoc, que al fin y al cabo eran vasallos suyos, aunque herejes. Sólo intervino decisivamente en la cruzada cuando pudo anexionarse la región en conflicto y se convirtió en el primer rey de toda Francia. Así se decidió en el Tratado de París firmado en 1229, tras veinte años de lucha encarnizada. La estructura eclesial que había ido creando la secta cátara quedó descabezada y los fieles que sobrevivieron dispersos todavía durante casi un siglo, siempre en retirada.


Catedral de santa Cecilia en Albi (Alecs.y)
No es difícil comprender la razón por la que el papado decidió embarcarse en la arriesgada aventura de erradicar esta herejía, una de tantas, contando con las indisciplinadas fuerzas de los nobles extranjeros y enfrentando en guerra civil a franceses de ambos bandos. Los cátaros eran algo más que defensores de algún matiz teológico secundario. Crearon dentro del cristianismo una verdadera teología, con peligrosas reminiscencias de credos orientales en un momento en que la iglesia de Roma intentaba constituirse en la máxima autoridad en Europa, por encima de los poderes seglares, ya fueran feudales o monárquicos. El dualismo de los cátaros recuerda sospechosamente al zoroastrismo persa, influyente en el cristianismo oriental. En su versión extrema separaba totalmente a Dios, el espíritu del bien, de Satán, el demiurgo que había creado la materia, que por lo mismo era intrínsecamente perversa. Desde este punto de vista, Jesucristo sólo podía ser entendido como un ángel sin mezcla de humanidad, el cuerpo humano era despreciable como parte de la materia, incluso los sacramentos que implicaran contacto con la naturaleza eran rechazados: el agua del bautismo era sustituida por la imposición de manos, el pan y el vino no podían trans-sustanciarse en cuerpo y sangre de Cristo, etc. Los cátaros  o albigenses se prohibieron comer carne o matar a otros seres vivos y, por supuesto, rechazaron la autoridad del clero y del papado, a los que combatían por su materialismo. No es de extrañar que este fundamentalismo religioso produjera como reacción un fanatismo contrario y una predicación masiva excitando a la acción. La cruzada llamada “de los niños” solo fue, probablemente, una desviación inesperada y anárquica de la predicación de la cruzada contra los cátaros.

(SCHWOB, Marcel: La cruzada de los niños (trad. De Mario Armiño); Valdemar, 2012.–RUNCIMAN , Steven: A History of the Crusades, II; Penguin Books, Londres 1952.–DUROSELLE, Jean-Baptiste: Historia del catolicismo; Ed. Diana, 1972.–TYERMAN, Christopher: God’s War. A History of the Crusades; Penguin Books 2005.–ARMSTRONG, Karen: Holy War; Anchor Books, Nueva York 1988.–MacCULLOCH, Diarmaid: A History of Christianity; Penguin ;londres 2009.–TATE, George: The Crusades and the Holy Land; Thames and Hudson, Londres 1996)     

https://evolterra.com/?p=941

**






La misteriosa Cruzada de los Niños para conquistar Jerusalén que acabó en tragedia

En 1212, un niño francés afirmó que Jesucristo le había pedido que condujera a cerca de 30.000 menores a la reconquista de Tierra Santa. No obstante, la travesía terminó cuando un grupo de mercaderes engañó a los niños para embarcar hacia Oriente Próximo, pero en realidad los vendieron como esclavos
César Cervera
Actualizado:25/09/2015 22:48h
GUARDAR
NOTICIAS RELACIONADAS
Antonio Piñero: «No podemos demostrar que Juan Bautista fuera familiar de Jesús»
El origen del temor a los viernes 13: La maldición de los templarios
«¿Qué fueron las Cruzadas?»: la hora de la verdad
Entre la realidad y la leyenda, se mueve un episodio insólito de la historia medieval y de las cruzadas que terminó, como suelen hacerlo los grandes éxodos de personas, en una tragedia de dimensiones bíblicas. A principios del siglo XIII, un niño francés procedente de la pequeña ciudad de Cloyes, al que se le había aparecido Jesucristo, según él, para encomendarle la reconquista de Jerusalén, consiguió reunir a cerca de 30.000 niños y algunos adultos para dirigirse a Tierra Santa. Tras pasarse semanas rezando en Niza para que Dios obrara el milagro de trasladarlos por vía marítima a Oriente Próximo, los pocos niños que aún sobrevivían en la expedición, azotada por el hambre y las deserciones, aceptaron la proposición de un grupo de marineros locales que prometían poner a su disposición una maltrecha flotilla. Estando cerca de Alejandría (Egipto), la Cruzada de los niños terminó dramáticamente cuando los marineros vendieron a los niños como esclavos.

La mayor parte de los detalles y circunstancias de esta extraña expedición, que las fuentes documentales confirman parcialmente, son imprecisas o se entremezclan con las leyendas. Según la versión más mitificada, un niño francés de 12 años recibió la visita de Jesucristo, quien le reclamó que escribiera varias cartas dirigidas al Rey de Francia para pedirle que iniciara la Quinta Cruzada. No en vano, cuando el niño entregó personalmente las cartas al Monarca, éste desechó rotundamente la idea, quizás al rememorar el desenlace de la reciente Cuarta Cruzada, la cual ni siquiera pudo alcanzar Jerusalén, puesto que la conquista y el saqueo de Constantinopla, capital del Imperio bizantino, se convirtió en el destino final. De regreso a su ciudad natal, el joven francés fue nuevamente visitado por Jesús de Nazaret para designarlo como líder y responsable de una Cruzada Infantil que retomaría Jerusalén y los barrios circunvecinos «con la invencible armada de la bondad y pureza de los niños que lograra reclutar durante la travesía». Solo los niños podrían recuperar el San Sepulcro, pero no abriéndose paso con las armas, sino con el amor.

En 1212, comenzó la travesía de este grupo de niños europeos en dirección a Jerusalén. Esteban de Cloyes, como sería conocido el niño, estaba dotado de una gran elocuencia que impresionaba a los mayores y encandilaba a los niños, pese a que era analfabeto. Recorrió Francia dando sermones en los que hablaba de su carta y de su misión divina de recuperar Jerusalén. Entre 20.000 a 30.000 niños terminaron concluyendo en el camino que lleva a Niza (en el sur de Francia) para obtener allí algún medio de cruzar el Mediterráneo. Ciertamente, el éxodo de un grupo tan numeroso, entre los que se incluían muchos adultos, requería de unos recursos y alimentos, que, por descontado, una organización que vivía a expensas de los designios divinos no podían satisfacer. Según la leyenda, cuando el grupo alcanzó Niza, solo un tercio de los niños todavía permanecían fieles a la Cruzada. El resto había muerto por falta de alimentos o habían desertado cansados de aquella peligrosa quimera.


Las aguas del Mediterráneo no se abren
Esteban había conducido a sus huestes infantiles a Niza (otras fuentes apuntan que era Marsella) con la garantía de que Jesucristo proveería una vez sobre el terreno la solución para cruzar el mar, aunque para ello fuera necesario que las aguas se abrieran a su paso, tal como lo logró Moisés según relata no solo la Biblia, sino también el Corán. Después de dos semanas de incansable oración, los 2.000 niños supervivientes se convencieron de que quizás debían buscar un medio de transporte más profano. Fue entonces cuando dos mercaderes locales pusieron a disposición de los jóvenes cruzados siete barcos. Nada se volvió a saber de ellos hasta pasadas varias décadas.

En 1230, un sacerdote llegado a Europa desde Oriente aseguró ser uno de los jóvenes que se habían embarcado originalmente en la Cruzada de los Niños hasta su fatídico desenlace. Según el testimonio de este sacerdote, dos de los siete barcos se hundieron cerca de la isla de San Pietro, al sudoeste de Cerdeña, y el resto fue apresado por piratas o directamente entregados por los mismos marineros que habían cedido los barcos. Los niños que sabían leer y escribir, como el sacerdote superviviente, tuvieron la fortuna de que el gobernador de Egipto los empleara en trabajos de traducción y otras labores que no requerían grandes esfuerzos físicos. El resto quedó desperdigado por Oriente.

En paralelo a la odisea vivida por los niños franceses, un niño llamado Nicolás, de un pueblo del Rin, prendió un movimiento de características similares en Alemania. De manera idéntica a Esteban, aunque con un mensaje menos belicoso, en cuestión de semanas el alemán contaba con unos 7.000 seguidores dispuestos a empezar una travesía a través de Italia. Cabe mencionar que los alemanes incluían un mayor número de niñas y estaban integrados en general por adolescentes. Una vez en Génova, el mar volvió a presentarse como una barrera infranqueable. Muchos peregrinos aceptaron la oferta de convertirse en ciudadanos genoveses o simplemente dieron la vuelta. Por su parte, Nicolás acudió a Roma, donde fue recibido por el Papa Inocencio. Admirado por su piedad pero avergonzado por su locura el Papa les instó a que todos volvieran a casa y cuando crecieran cumplieran sus votos como cruzados.

Los relatos de las cruzadas protagonizadas por niños alemanes y franceses en el siglo XIII, que inspiraron en gran medida la fábula de «El flautista de Hamelín», han sido objeto de polémica entre los historiadores, llegando algunos incluso a cuestionar que hubiesen existido. Sin embargo, la versión más probable es que se tratara de una mitificación romántica de las cruzadas populares, que afectaban a todas las edades y especialmente a personas de baja escala social, acontecidas de nuevo a principios del siglo XIII. Eran gente desplazada por los cambios económicos que forzaron a muchos campesinos pobres del norte de Francia y Alemania a vender sus tierras. Estos grupos eran denominados «pueri» (del latín «chicos») de forma condescendiente, lo cual pudo dar lugar a la malinterpretación de que estaban formados realmento por niños. Asimismo, se tiene constancia de un hombre joven llamado Nicolás, quien lideró un movimiento popular que barrió toda la región del Rin, después de que presuntamente hubiera recibido instrucciones divinas. Un movimiento que había sido precedido por otro similar en Francia liderado por un pastor de nombre Esteban, que, lejos de aproximarse a Tierra Santa, fue obligado a disolver su grupo por orden de Felipe II de Francia.

Pero a diferencia de lo que narra la leyenda, estos grupos de desplazados nunca tuvieron como objetivo preferente viajar a Tierra Santa, ni llegaron a alejarse de las fronteras europeas. El fervor religioso vertebró un movimiento de peregrinación sin rumbo fijo formado, indiferentemente de la edad, por campesinos sin tierras, prostitutas y vagabundos.

https://www.abc.es/internacional/20150603/abci-cruzada-ninos-jerusalen-misterio-201506021640.html?ref=https:%2F%2Fwww.google.com%2F

**

https://www.ancient-origins.es/noticias-general-historia-eventos-importantes/la-cruzada-los-ni%C3%B1os-miles-ni%C3%B1os-marcharon-tierra-santa-para-no-volver-002519


Portada - La Cruzada de los Niños”, 1905 (Wikimedia Commons)
12 MAYO, 2015 - 20:02 DHWTY

La Cruzada de los Niños: miles de niños marcharon a Tierra Santa para no volver

La Cruzada de los Niños fue uno de los acontecimientos más extraordinarios acaecidos en la Europa medieval. En el año 1212, decenas de miles de niños desarmados, autoproclamándose “cruzados”, partieron del Norte de Francia y Alemania Occidental para reconquistar Jerusalén, por aquel entonces en manos de los musulmanes. Al no llegar a obtener en ningún momento la aprobación oficial de las autoridades de la época, la Cruzada así emprendida acabó en desastre. Ninguno de los niños llegó a Tierra Santa, se dice que muchos fueron vendidos como esclavos y miles de ellos no regresaron jamás.

Entre los siglos XI y XIII, los cristianos emprendieron siete Cruzadas desde Europa contra los musulmanes, que ocupaban por aquel entonces Tierra Santa. Además de estas campañas a gran escala encaminadas a reconquistar Jerusalén, la Iglesia Católica autorizó numerosas cruzadas de menor entidad contra sus enemigos. Entre ellas destacan la Cruzada Albigense (1208-1241), cuyo objetivo era erradicar la herejía Cátara del sur de Francia, y las Cruzadas Bálticas (1193–1290) dirigidas contra los paganos del norte de Europa. Aun así, el más extravagante episodio en la historia de las Cruzadas es, con toda probabilidad, la llamada “Cruzada de los Niños” que al parecer tuvo lugar en 1212. 

De acuerdo con una fuente del siglo XIII, la Chronica regia Coloniensis (‘Crónica Real de Colonia’), la Cruzada de los Niños dio comienzo en torno a la Pascua de Pentecostés de 1212:

Muchos miles de niños y muchachos, de edades que iban desde los seis años hasta la plena madurez, abandonaron sus carros y arados, sus rebaños y todo aquello que estuvieran haciendo en aquel momento para marchar a Tierra Santa. Eso hicieron pese a la voluntad de sus padres, parientes y amigos, que intentaban sin éxito que cejaran en su empeño. De repente, se veía a alguno correr detrás de otro para hacerse con la cruz. Y así, en grupos de veinte, cincuenta o cien, enarbolaban sus estandartes y partían con rumbo a Jerusalén.

“La partida: Episodio de la Cruzada de los Niños del siglo XIII”, óleo por Joanna Mary Boyce (Wikimedia Commons)

Los muchachos proclamaban que era la voluntad divina la que les empujaba a emprender esta Cruzada. No obstante, su expedición no mantuvo este entusiasmo hasta el final: “Algunos dieron media vuelta en Metz, otros en Piacenza, algunos incluso en Roma. Aun así los hubo que llegaron hasta Marsella, más se desconoce cómo acabaron o siquiera si se embarcaron con rumbo a Tierra Santa”. El autor finaliza su escrito con una nota lúgubre: “ Una cosa es segura: que de los muchos que partieron, muy pocos regresaron”.

Versiones más recientes de esta historia sugieren que hubo en realidad dos grupos diferentes de niños involucrados en esta Cruzada. El primero partió de Francia, y estaba dirigido por un joven campesino llamado Étienne de Cloyes, que aseguraba que Jesucristo se le había aparecido en un sueño y le había entregado una carta enviada desde los cielos.  Étienne reclutó un grupo de jóvenes seguidores en la ciudad de Vendôme, marchando después a Saint-Denis, en las afueras de París, donde pretendía comunicar el contenido de su “carta” al rey francés, Felipe II. El rey, sin embargo, no se mostró muy interesado en el joven cruzado. No se molestó siquiera en concederle audiencia y aconsejó a los “cruzados” que volvieran a sus casas. Aunque algunos de ellos siguieron el consejo, muchos otros les reemplazaron. Se dice que el grupo de Étienne llegó a contar con 30.000 niños y alcanzó Marsella, donde tenían pensado embarcarse para cruzar el Mediterráneo con rumbo a Tierra Santa.

"La Cruzada de los Niños”, grabado de Gustave Doré (Wikimedia Commons)

Al mismo tiempo otro “ejército” de niños cruzados se estaba formando en Alemania. Su líder era un muchacho de Colonia llamado Nicolas  y se tiene noticia de que atrajo en torno suyo a unos 50.000 seguidores. Al contrario que Étienne, Nicolas incluía un pequeño grupo de adultos en “su ejército”, aunque con toda probabilidad no estaban al mando. Estos cruzados atravesaron Alemania e Italia cruzando los Alpes, llegando hasta Roma donde fueron recibidos por el Papa . Éste elogió a los muchachos por su valor, pero también les dijo que eran demasiado jóvenes para comprometerse en semejante empresa. Con todo ello, la mayoría de los cruzados regresó a Alemania, aunque muchos murieron por el camino. Unos pocos jóvenes más decididos se embarcaron con rumbo a Tierra Santa, para después desaparecer por completo de la historia.

“La Cruzada de los Niños” (Wikimedia Commons)

Aunque hay referencias a la Cruzada de los Niños en más de 50 crónicas del siglo XIII, muchos ponen en tela de juicio la veracidad de su contenido, sospechando que puedan tratarse de versiones idealizadas de lo que ocurrió realmente.

La Cruzada de los Niños no fue, de hecho, una cruzada en sentido estricto, ya que en ningún momento fue proclamada ni autorizada por el Papa. Más bien fue un movimiento popular cuyos detalles no conocemos en profundidad, espoleado por el fervor religioso y el fanatismo de la época  y que, por desgracia, tuvo como resultado miles de muertes.

Imagen de portada: “La Cruzada de los Niños”, 1905 (Wikimedia Commons)

Autor: Ḏḥwty

Traducción: Moreno Montañaroja

Este artículo fue publicado originalmente en www.ancient-origins.net y ha sido traducido con permiso.

 

Fuentes:

HistoryLearningSite.co.uk, 2014. The Children's Crusade. [Online]
Disponible en: http://www.historylearningsite.co.uk/childrens_crusade.htm

Chronica Regiae Coloniensis Continuatio prima, s.a.1213, MGH SS XXIV 17-18, traducido al inglés por James Brundage, The Crusades: A Documentary History, (Milwaukee, WI: Marquette University Press, 1962), 213 [Online]

Disponible en: http://legacy.fordham.edu/halsall/source/1212pueri.asp

The Economist, 2000. The children’s crusade, Fairly holy innocents. [Online]
Disponible en: http://www.economist.com/node/457145

www.historyhouse.com, 2007. The Children's Crusade. [Online]
Disponible en: http://www.historyhouse.com/in_history/childrens_crusade/

www.medieval-life-and-times.info, 2014. Children's Crusade. [Online]
Disponible en: http://www.medieval-life-and-times.info/crusades/childrens-crusade.htm

Facebook


No hay comentarios:

Publicar un comentario